Bulnes es un precioso pueblo asturiano enclavado en el corazón del macizo central de los Picos de Europa, que da nombre al pico Naranjo del Bulnes, uno de los grandes iconos del montañismo español.
Más que un pueblo es una pequeñísima aldea de apenas cincuenta habitantes, escondida en medio de grandes montañas, que tiene la particularidad de encontrarse incomunicada por carretera y eso le otorga aún mayor encanto. Hasta hace poco su única vía de acceso era un antiguo sendero que discurre por el desfiladero del río Tejo, y desde el año 2001 existe la alternativa de llegar a Bulnes a través de un funicular, un tren de cable subterráneo que, en pocos minutos, atraviesa las entrañas de la Peña Maín. Gracias a este invento sus vecinos han dejado de estar tan aislados del mundo y pueden disfrutar de una vida más cómoda, porque no quiero ni imaginar cómo era su día a día en esas condiciones. Los turistas que deseen visitar el pueblo también pueden ahorrarse la caminata por el módico precio de 17€ (ida) o 22€ (ida y vuelta), pero no tendrá tanta gracia como hacerlo andando.
Lo suyo es darse un paseo para admirar los paisajes y entender de primera mano cómo era la forma de vida tradicional en este pueblo. Que nadie tema, no se trata de una ruta especialmente dura, aunque tampoco se puede decir que sea fácil del todo. Cuidado aquellas personas que no estén acostumbradas a andar por la montaña porque se van a encontrar con un sendero estrecho y pedregoso, con más de 400 metros de desnivel y pendientes que llegan a alcanzar el 18%. El recorrido de ida son 4,5 kilómetros a los que hay que sumar otros tantos de vuelta, más lo que se quiera andar por los alrededores de la aldea. Pero puedo asegurar que merece la pena llegar hasta allí.
El punto de inicio está en la central eléctrica del municipio de Poncebos, el mismo lugar donde empieza la célebre Ruta del Cares, debido a esto en temporada alta puede ser una odisea encontrar aparcamiento. Por un momento sentimos la tentación de seguir al rebaño de gente, pero la excesiva afluencia de público la convierten en un recorrido poco atractivo para aquellos que buscamos el silencio y la tranquilidad en la montaña, por lo que decidimos seguir nuestro plan inicial. Todo un acierto.
Realizamos esta ruta en el año 2014, estamos en un día entre semana a mediados del mes de septiembre y hemos tenido suerte de aparcar junto a la entrada del funicular. Aquí es donde empiezan ambas rutas de senderismo.
Nos ponemos en marcha por la carretera hasta llegar a un túnel que hemos de atravesar, en breve tomamos un desvío a la izquierda hacia un pequeño sendero. Si el río Cares se ha convertido en un hervidero de gente es debido a la espectacular belleza de estos parajes, encajados entre las enormes montañas que conforman el Parque Nacional Picos de Europa.
El sendero desciende en un primer momento hasta el puente medieval de La Jaya, por el que cruzamos
las impecables aguas del río Cares.
Y a partir de aquí todo será subida, con más o menos pendiente, a través de un sendero que serpentea en medio de un imponente desfiladero que ha sido excavado por la acción glaciar. Un camino bien señalizado llamado la Canal del Tejo porque transcurre de forma paralela al río Tejo, afluente del Cares.
Vamos andando por un sendero de gran recorrido, el GR-202, conocido como la Ruta de la Reconquista. La historia cuenta que por aquí huyeron los musulmanes en el siglo VIII, tras ser derrotados a manos del Rey Pelayo y
sus tropas astures en la batalla de Covadonga. Este largo trayecto atraviesa
gran parte de los Picos de Europa, pasando por algunos de sus lugares más
representativos como los Lagos de Covadonga, Bulnes o la Ruta del Cares, y termina en la localidad cántabra de Cosgaya. Un recorrido bastante exigente para quien se anime a pasar unos días perdido por estos
lares.
Con cierto esfuerzo vamos ganando altura hasta aproximarnos poco a poco a Bulnes.
Pese al
pequeño tamaño del pueblo es curioso que esté separado en dos partes bien
diferenciadas, hasta el punto que parecen dos pueblos distintos:
Bulnes de arriba o Barrio del Castillo y Bulnes de abajo o La Villa. Si
continuamos recto llegamos al Bulnes de abajo, el pueblo habitado, y para
acceder al barrio alto hay que tomar un desvío a la derecha que está bien
indicado. Nosotros entramos por la parte de arriba para hacer una pequeña
circular y lo que encontramos es una aldea semi abandonada con varias casas
derruidas y otras recién rehabilitadas.
No vemos
a nadie más allá de algún perro, gallos sueltos y vacas pastando alegremente
por sus solitarias calles. Lo que sí tenemos desde aquí son unas inmejorables vistas del
valle en el que se asienta esta mítica aldea, buen lugar para el almuerzo de hoy.
Dejamos atrás este pueblito atrapado en el tiempo para dejarnos caer hasta el Bulnes más turístico y habitado.
Un camino
que no tiene pérdida nos conduce a Bulnes de abajo, donde sí hay personas,
apenas unas decenas de habitantes que en verano ven como su población aumenta
por la presencia de turistas.
Callejuelas con sus típicas casitas de piedra, una pequeña iglesia, algún alojamiento rural y un par de restaurantes. ¡Esto ya es otra cosa!
Bulnes ha sido desde siempre un pueblo de visita obligada para los aficionados a la montaña, ya que se encuentra cerca del emblemático Pico Uriello o Naranjo del Bulnes, llamado así porque en las puestas de sol la pared de roca suele tomar un color anaranjado. Lo que muchos no saben es que desde el pueblo no es posible ver la famosa montaña, pero se puede acceder a un mirador que hay unos quince minutos más arriba para verlo a lo lejos. Además desde aquí parte una de las rutas que conduce hasta la misma base del pico, que según he oído es bastante dura. Tal vez para otra ocasión, hoy me doy por satisfecha con haber recorrido un sendero espectacular y haber llegado hasta este rincón de Asturias tan lleno de magia.
Una vez reponemos fuerzas el regreso no tiene mayor complicación, sólo hay que bajar por el mismo camino, o bien hacerlo en el funicular, pero como siempre digo lo suyo es pasear...
Información técnica de la ruta y descarga del mapa aquí.
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