Azores es un archipiélago de nueve islas, de origen volcánico, situadas en mitad del océano Atlántico, justo donde se produce la separación de las placas tectónicas americana y euroasiática. En septiembre de 2018 tomamos la acertada decisión de visitar San Miguel, Sâo Miguel, la más grande y poblada de todas las islas. Es conocida como la Isla Verde por lo que no es de extrañar que tenga tantos espacios de naturaleza exuberante, como el impresionante Valle de Furnas, situado en su extremo oriental.
El Valle de Furnas es en realidad el antiguo cráter de un volcán de gran tamaño, cuya silueta redonda se aprecia muy bien desde las montañas que lo rodean. Su historial de erupciones data de unos 100.000 años atrás y desde entonces han sido muchas las explosiones acaecidas, unas más dramáticas que otras. Hubo un momento, hace más de 10.000 años, que una nueva erupción provocó la inundación de parte del cráter dando lugar a un gran lago de color verde esmeralda, el Lagoa das Furnas.
Se
considera que el volcán sigue activo en estado durmiente, pues su última
erupción fue el 2 de septiembre de 1630, tras una sucesión de terremotos
que duraron seis horas seguidas. La fase explosiva se prolongó durante tres
días y los informes de entonces describen cómo una montaña se elevaba por el
aire y había fuego en el cielo que iluminaba toda la isla, la mitad de la
población de Furnas pereció de forma trágica y la ceniza alcanzó cientos de
kilómetros de distancia.
Dentro del enorme cráter viven en la actualidad varios miles de personas, por eso está considerado como uno de los volcanes más peligrosos de todo el archipiélago. De hecho, se siguen produciendo sustos de vez en cuando como los más de cien terremotos registrados bajo el volcán de Furnas en febrero de 2018, el más fuerte de magnitud 3,1. Sus habitantes son conocedores del peligro que entraña vivir en una zona sísmica tan activa, sin embargo esta cuestión no parece alterar lo más mínimo su tranquila vida diaria. Está claro que en cualquier momento el volcán podría despertar con furia y arrasar todo a su alrededor, aunque asomados a la orilla del lago nada hace presagiar la posibilidad de desgracia.
Tras aparcar el coche junto a la zona de las caldeiras comprobamos que la actividad geotermal está muy presente y es aprovechada por los lugareños para cocinar algunos de sus platos típicos, como el cocido volcánico o "cozido das Furnas". Las caldeiras son un conjunto de charcas de agua hirviente que desprenden, en forma de llamativas fumarolas, una mezcla de vapores y gases que surgen del interior del volcán. En este entorno se genera un olor sulfuroso un tanto desagradable, como a huevo podrido, que según dicen no llega a impregnar el sabor de los alimentos aquí cocinados. Unas pasarelas de madera se abren paso por estos terrenos humeantes y misteriosos.
Cada día
se introducen bajo tierra ollas de gran tamaño con los avíos del cocido y la
energía geotérmica se encarga de hacer el resto, el guiso se cocina a fuego
lento a lo largo de unas ocho horas tras las cuales es desenterrado y servido
en los restaurantes de la zona. Las personas particulares que lo deseen
pueden disfrutar de esta energía limpia y preparar su cocido previo pago de 3€,
para degustarlo después en cualquiera de los merenderos cercanos.
Tras el espectáculo nos alejamos de las fumarolas para comenzar una intensa caminata por el sendero PRC 22 SMI, que asciende en un trayecto circular de 4,5 km hasta el Pico de Hierro o Pico do Ferro. Se puede llegar en coche hasta el mismo pico siguiendo las indicaciones desde el pueblo, pero hacerlo a pie tiene sus recompensas.
El
camino se interna en un alucinante bosque terciario constituido tanto por
especies autóctonas como extranjeras, llegadas aquí por los navegantes durante los
intercambios comerciales. Un ejemplo es la especie de conífera Cryptomeria japonica, un árbol descomunal que junto a los helechos
gigantes recuerdan al escenario de Parque Jurásico.
Un
ascenso sin dificultad técnica pero que se complica debido a la excesiva
humedad propia del clima subtropical de la isla. Esto provoca una abundante y
molesta sudoración que requiere continuas paradas para hidratar el cuerpo.
El
sendero pasa junto a un antiguo caserón abandonado que está siendo devorado por el bosque.
La
sensación de asfixia es mitigada durante la subida por las impresionantes
vistas del lago, que poco a poco va apareciendo entre la espesa vegetación.
Hacemos
cumbre a 570 metros sobre el nivel del mar y nuestro regalo son las mejores
panorámicas del valle de Furnas. Aquí se encuentra el concurrido mirador del
Pico de Hierro, uno de los más bonitos de San Miguel.
A la
izquierda queda el pueblo de Furnas, a la derecha el lago y justo debajo la
zona de las caldeiras y fumarolas.
Tras
recuperar el aliento iniciamos la bajada por un sendero que hoy en día está
cerrado por considerarse peligroso, es una pendiente acusada con escalones de
piedra y zonas muy embarradas.
Nosotros bajamos sin problema hasta llegar de nuevo al punto de partida. Hay un ambiente muy tranquilo, con algunos turistas haciendo picnics o actividades por el lago.
En la otra orilla llama la atención una iglesia de estilo neogótico que se diferencia por completo del resto de construcciones religiosas de la isla, la Capilla de Nuestra Señora de las Victorias, para acercarnos a ella sólo hay que seguir la carretera que va junto al lago. Al parecer la mandó construir un señor adinerado en el siglo XIX, José do Canto, como consecuencia de un voto hecho a su esposa durante su grave enfermedad, ambos fueron enterrados en este lugar.
Hay un sendero sencillo que rodea el lago al completo, pero a estas horas y tras la excursión hay un poco de hambre así que nos quedamos en Furnas para probar alguno de sus platos típicos. Impresiona ver la cantidad de fumarolas activas que hay repartidas por todo el pueblo, al parecer las casas siguen una distribución de seguridad según la cual los dormitorios siempre están en la planta de arriba para evitar la intoxicación por los continuos gases que emana el volcán. Yo sigo sin comprender cómo esta gente vive tan tranquila sabiendo lo que se cuece bajo el suelo.
Para comer entramos en un modesto bar donde todo nos sabe a gloria.
Hoy nos acompaña Pedro, nuestro amigo y vecino durante estos días en Azores, a quien mandamos un fuerte abrazo y esperamos coincidir en alguno de nuestros viajes. 😉
Después
no hay mejor plan que pasar la tarde sumergidos en las cálidas aguas
volcánicas, una experiencia increíble que disfrutan tanto los turistas como los paisanos de Azores. En el mismo pueblo hay varias pozas para
elegir, en nuestro caso nos decantamos por la Poza da Dona Beija, donde por 4€ disfrutamos del baño durante horas.
Sin duda uno de los días mejor aprovechados de nuestro viaje a Azores. ¡Hasta la próxima rutilla!
Información técnica de la ruta y descarga del mapa aquí.
madre mia!! es impresionante!! :D
ResponderEliminarSí que lo es. Gracias.
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