Los hayedos son bosques de cuento que abundan a lo largo de la Cordillera Cantábrica, sobre todo donde los ambientes son muy húmedos y se dan las condiciones idóneas para su desarrollo. Según crecen las hayas se observa cómo sus ramas se van apoderando del espacio, impidiendo que el sol penetre en la tierra y dejando hasta el último rincón sumergido en la más absoluta penumbra. Es el hábitat perfecto para los seres del bosque y para los humanos que con sumo respeto lo visitamos, cuidando siempre del entorno, admirando cada forma singular y respirando un silencio encantador. Ésta es la experiencia que he tenido la suerte de disfrutar durante mi estancia en Cantabria y ahora quiero compartir con los demás.
Bienvenid@s a otro pedazo de esta tierra infinita...
El Hayedo del río Cambillas se localiza en la Reserva del Saja, una mancomunidad integrada por los municipios de Cabuérniga, Ruente, Mazcuerras y Los Tojos, dentro del Parque Natural Saja Besaya que es el espacio protegido de mayor extensión de Cantabria. Son 24.500 hectáreas de monte, bosques, pastizales y campos de cultivo perfectamente conservados que hoy se pueden disfrutar gracias a una baja densidad de población que, aún sacando el máximo rendimiento de su entorno, tiene el raciocinio suficiente para entender que el cuidado de estos espacios singulares es primordial para su supervivencia.
Según
nos adentramos en la zona de reserva del parque se descubren masas de bosque
interminables en las que aún resisten animales tan esquivos como el lobo ibérico o el oso pardo. Hasta hace poco era posible encontrar urogallos pero ya han comenzado a darse por extintos pues apenas se les ha visto el pelo en los últimos años.
La ruta de hoy comienza en el Centro de Interpretación del parque natural, situado en el municipio de Saja, nos dirigimos a él por una carretera que serpentea entre los espesos bosques.
Al llegar nos recibe un conjunto de mansos caballos que transitan sueltos por la carretera con el propósito de dirigirse a los pastos de alta montaña donde pasarán el verano. ¡Vaya espectáculo!
Durante
la desescalada pandémica, en junio de 2020, nos animamos a retomar las
actividades en grupo en el lugar más seguro que existe: el campo. En esta
ocasión lo hacemos con Naturea, un programa dedicado a dinamizar los espacios naturales de Cantabria que ofrece muchas rutas interpretadas por unos guías locales muy
competentes. Al llegar encontramos que sólo hay cuatro personas
apuntadas y dos guías que nos proponen entusiasmados un paseo por
sendas no muy conocidas. This is Saja!
El
primer tramo discurre por la carretera y en apenas medio kilómetro ya nos
desviamos hacia a la izquierda para tomar una pista de tierra en la que se
dejan ver los primeros ejemplares de hayas.
La Fagus Sylvatica, o
haya común, es una especie de árbol caducifolio que pertenece a la familia de
las fagáceas y suele habitar entre los 700 y los 1500 metros de altitud.
Si nos fijamos podemos comprobar que los suelos estás muy limpios de vegetación.
Sus hojas se desarrollan de forma horizontal para captar la mayor cantidad de rayos de sol. Tal es la espesura que generan las hayas que sólo permiten el paso del cinco por ciento de la luz del sol, lo que da lugar a que proliferen únicamente aquellas plantas que han sabido adaptarse a vivir en la sombra.
A lo largo del recorrido se ven algunas hayas con troncos diferentes, son las hayas trasmochas, un ejemplo de la adaptación mutua de humanos y naturaleza. El trasmocheo es una antigua técnica para podar árboles y sacar el mayor rendimiento a su madera de forma sostenible. Hay distintas formas de aplicar esta técnica según el grosor o la edad del haya, pero básicamente consiste en cortar la guía principal del árbol propiciando que aparezcan nuevas ramas junto a la zona del corte, que a su vez se van cortando de forma periódica cada quince o veinte años. La madera generada se usaba para la producción de carbón y éste se empleaba después en el sector de la metalurgia. Esta intervención acaba transformando por completo el aspecto del árbol hasta adoptar formas algo extravagantes.
En poco
tiempo cruzamos las aguas sosegadas del río Saja y somos absorbidos por una
naturaleza exultante.
Un
ascenso moderado nos lleva más adentro del bosque, a un lugar recóndito que
invita a detenerse.
El hecho
de que los suelos estén tan despejados nos permite andar sin dificultad y observar de cerca a estos gigantes que se han convertido en los amos del bosque.
En algunos puntos las hayas toman distancia unas de otras y crean espacios donde el sol se cuela, un hueco de esperanza para los helechos y otras plantas que aprovechan cualquier resquicio de luz para desarrollarse.
Subimos
y bajamos por el monte realizando varios tramos campo a través. Voy tan
ensimismada mirando los árboles que apenas me percato de los cambios de
dirección que vamos tomando, menos mal que siempre voy acompañada de alguien
que sí lo hace.
En medio del bosque aparece esta llamativa flor, es una azucena silvestre o Lilium martagon, habitual de zonas montañosas y bosques húmedos que suele florecer entre los meses de junio y agosto.
Descendemos por un cómodo camino hasta la orilla del río Cambillas, donde es posible disfrutar del canto de las diferentes aves y con suerte avistar alguna nutria.
Vamos saliendo a cielo descubierto tras dejar atrás un bosque que nos ha renovado el espíritu, ahora son los helechos los que cobran el protagonismo.
Nos despedimos de estos montes perdidos y aprovechamos para almorzar por libre en una de las muchas áreas recreativas del parque natural, en concreto en el área recreativa Braña Castrillo, muy cerca de uno de los pueblos más antiguos de Cantabria: Bárcena Mayor.
¡Hasta la próxima rutilla!
Información técnica de la ruta y descarga del mapa aquí.
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