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Cerro Cárceles desde el Puerto de la Mata. Parque Natural de Sierra Mágina, Jaén.

Los paisajes más abruptos de la provincia de Jaén se encuentran en el macizo de Sierra Mágina, un conjunto de cadenas montañosas que forman parte de las Cordilleras Béticas y que se extienden por el sudeste de la península ibérica. Es un enclave inhóspito tanto por el relieve accidentado del terreno como por las duras condiciones del clima, lo que ha propiciado una baja densidad de población en la zona que hoy se compone de nueve municipios asentados alrededor del macizo montañoso. Esto favorece la buena conservación del entorno, declarado en 1989 Parque Natural de Sierra Mágina, unas veinte mil hectáreas de territorio salvaje pero a la vez sumamente frágil que acoge especies animales muy escasas, desde grandes mamíferos y aves rapaces hasta reptiles, anfibios, pequeños insectos y mariposas raras. Especial atención merece también la flora autóctona con algunas plantas altamente especializadas que no se encuentran en ninguna otra parte del mundo y que en algunos casos están en peligro de extinción, como la Jurinea fontqueri o la Crepis Granatensis

Hoy vamos a andar por una de las zonas más protegidas del parque, que discurre por la cuerda del Cerro Cárceles y Cerro Ponce partiendo desde el Puerto de la Mata, lugar de poco tránsito humano y de atractivos paisajes escarpados.

Para realizar esta ruta hay que llegar al Área Recreativa Fuenmayor en el término municipal de Torres, con merenderos y un manantial que va a parar a un pequeño estanque a través de una fuente escalonada. Cerca hay una zona de acampada libre llamada Hondacabras. 

Unos kilómetros más arriba por la pista se llega al Puerto de la Mata, con aparcamientos habilitados para dejar el coche. 

Empieza desde aquí la caminata pese a no haber una senda clara ni señalización, esto hace imprescindible el uso de GPS en todo el trayecto para seguir algún track que sea fiable. 

Al inicio nos adentramos en un pinar donde confluyen distintas veredas ganaderas que vamos cogiendo y soltando todo el rato, alternando con tramos de suelo pedregoso donde desaparece el camino. 


El pico Almadén y sus antenas se quedan a mano izquierda y también serán visibles más tarde desde la cumbre del Cárceles.  

La dificultad de la primera parte reside en la orientación, pero ésta empieza a mejorar desde que aparece a lo lejos la inconfundible silueta del Pico Aznaitín, en sus faldas se aprecia el pueblo de Torres.  



Vamos hacia la derecha haciendo un rodeo al Cerro Ponce.

A medida que subimos las vistas comienzan a ser más amplias y nos ayudan a crear un mapa de todo lo que abarca Sierra Mágina, que es mucho más de lo que yo había conocido hasta ahora.   


Al fondo llama la atención una montaña partida en dos por un barranco, es la conocida Serrezuela de Bedmar


Tras asomarnos a un mirador natural continuamos el camino en busca del Collado del Pocico. 


Hay partes que han sido devoradas por la maleza y otras más despejadas que transcurren junto a los canchales, que son acumulaciones de rocas que se han ido desprendiendo de la parte alta de la montaña. 



Esta subida se torna potente, no sólo por la pendiente sino por las altas temperaturas de junio, pero esto no es nada con lo que viene más arriba. 


Alcanzamos el collado del Pocico situado justo entre dos cumbres, la del Ponce y la del Cárceles. Es momento de hacer una breve pausa para contemplar la otra vertiente del parque natural. 

Y ahora sí comienza la subida gorda, sin camino ni veredas y bajo un sol de justicia. 


Del tirón hasta la cima con brevísimas paradas para respirar, a nuestra espalda queda el Cerro Ponce. 

En este tipo de trayectos solitarios siempre se agradece encontrar gente humana con la que poder intercambiar impresiones de la ruta. 

Nos vamos acercando a la cima y las vistas se vuelven cada vez más vertiginosas. 




En el último tramo hay que sortear una vieja valla que no presenta ninguna dificultad y que ayuda a preservar la valiosa vegetación de la vertiente norte de la montaña. 

Poco después vemos el montón de piedras que indica el punto más alto del cerro, en concreto 2060 metros de altitud.  

La satisfacción de llegar a la cima apacigua la sensación de hambre y el sofoco por las altas temperaturas, es el momento de echar un buen vistazo alrededor. La cara norte se asoma al abismo sobre unos profundos cortados de roca, con el Aznaitín destacando sobre la campiña. 

Hacia el oeste vemos de nuevo el Cerro Ponce, detrás el Almadén y más al fondo se aprecia a la derecha la Sierra de Jabalcuz y a la izquierda la Sierra Sur de Jaén. 

En la vertiente sur tenemos el gran macizo de Mágina con las cumbres más altas de la provincia, aunque desde aquí sólo se puede divisar la Peña de Jaén. 


Es hora de afrontar la bajada en medio de un paisaje de roca pelada que resulta desolador. No hay ni un sólo árbol y sin embargo la vida vegetal siempre se abre paso aún en las condiciones más adversas, y muestra de ello son todas las plantas que vamos encontrando por el camino, acostumbradas, tras un largo periodo de adaptación, a soportar las inclemencias del tiempo. 




Descendemos con cierta dificultad por un terreno duro y una vez más lo hacemos campo a través, guiándonos por una alambrada hasta llegar al barranco del arroyo Perú.


Este tipo de bajada en la que no hay un sendero como tal requiere de mucha paciencia hasta que por fin se retoma una pista por la que se puede andar con normalidad. ¡Qué alivio!


Paramos junto a la primera sombra que vemos para engullir nuestra recompensa y de nuevo nos ponemos en marcha para recorrer los últimos kilómetros. 

A nuestra izquierda tenemos unas impresionantes vistas del Canuto de Mágina o el Corredor Norte de Peña Jaén, una ruta reservada para alpinistas de más alto rango que, sobre todo en invierno, se juegan la vida para ascender por esas paredes verticales. 

Andamos por mitad del prado en vez de seguir la pista para evitar dar un rodeo mayor, y por fin retomamos el camino que une Mata Bejid con el Puerto de la Mata el cual atraviesa gran parte del parque natural. 


Último tramo entre encinas y quejigos donde ya no hay pérdida. 

¡Hasta la próxima rutilla!







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