En septiembre de 2014 hicimos un
viaje a Asturias para descubrir ese paraíso natural del que tanto habíamos oído
hablar, y por fin comenzamos a entender qué era eso de la España Verde y
por qué engancha tanto a los amantes de la naturaleza. El principado de
Asturias ofrece rincones bellísimos a lo largo y ancho de su geografía, y nosotros
tuvimos el acierto de empezar por uno de los más auténticos: el Parque
Natural de Somiedo. Éste se encuentra situado en la parte central de la Cordillera
Cantábrica, al sur de Asturias y muy próximo a Castilla y Léon. Fue declarado Parque
Natural en el año 1988 y Reserva de la Biosfera por la Unesco en el año 2000
debido a su alto valor biológico, geológico y paisajístico.
Esta región asturiana es famosa por
albergar algunas especies animales que corren serios peligros de extinción como
es el oso pardo, el lobo ibérico o el urogallo. Pero lo más llamativo no es su
presencia sino el hecho de que se encuentren en estado de absoluta libertad,
algo que por desgracia ya no es posible disfrutar en otras partes. Destacar que
aquí se concentra la mayor población de oso pardo de la península ibérica, lo
que supone uno de sus principales atractivos junto a sus hermosos lagos y valles
y a su rica gastronomía.
Una de las mejores propuestas para
visitar en estas latitudes es el Lago del Valle que se encuentra cerca de la población Valle de Lago, todo un juego de palabras. Para llegar a este pueblo perdido
hay que transitar por una estrechísima carretera que se toma en Pola de Somiedo
y que va ascendiendo por la montaña hasta morir en el mismo Valle de Lago. El
paisaje que se va descubriendo en estos escasos ocho kilómetros sirve de
introducción a lo que nos vamos a encontrar más adelante.
Valle de Lago es un pequeño conjunto de casas rústicas esparcidas por una vasta pradera de colores intensos que se ubica dentro de un inmenso valle glaciar. Tuvimos el privilegio de pasar unos cuantos días por aquí en plan Heidi, rodeados de unas montañas en las que se respira un aire puro y se perciben a cada instante sonidos propios del campo como el mugido de vacas y el movimiento de sus cencerros. Me imagino que la vida rural en las altas montañas no será nada fácil, pero desde luego resulta una experiencia inolvidable para aquellos urbanitas que estamos deseosos de un poco de paz y desconexión.
La ruta comienza justo al final del pueblo, en el barrio del Auteiro, donde la carretera pierde su asfalto y se convierte en un camino de tierra que tradicionalmente se usaba para trasladar el ganado. Al tener nuestro alojamiento justo en el punto de inicio en esta ocasión no es necesario coger el coche, sólo hay que levantarse y ponerse a andar.
El recorrido puede hacerse en sentido circular para conocer mejor las distintas perspectivas de este valle espectacular. Desde el comienzo ya se aprecia la forma de U tan característica de los valles glaciares, que se forma por la erosión de la lengua de hielo del glaciar sobre las montañas que tiene a su alrededor.
Nos
esperan por delante seis kilómetros de ida hasta el lago y otros tantos de vuelta
que decidimos tomar con calma. El día acompaña y poco a poco nos vamos
adentrando en este valle de cuento en el que las vacas pastan apacibles en los
grandes prados.
A lo largo del camino vamos encontrando
unas cabañas curiosas conocidas como teitos,
cuyo origen se remonta a la época medieval. Estas construcciones de piedra
y cubierta vegetal servían de cobijo tanto a los animales como a las personas
cuando se pastoreaba en las montañas durante los meses de verano. Éste es uno
de los pocos lugares donde aún siguen en pie ya que actualmente su conservación
es crítica y en muchos pueblos de la región sólo es posible contemplar sus
ruinas.
El camino se torna en vereda con más o
menos piedras y barro, y nos siguen deleitando las hermosas vistas de este
paisaje tan rústico.
En poco más de seis kilómetros llegamos
al gran lago y quedamos impresionados por su belleza única. Se trata del lago
más grande de Asturias y con sus 65 metros de profundidad está considerado uno
de los más hondos de la Cordillera Cantábrica. Forma parte del Monumento
Natural Conjunto Lacustre de Somiedo, junto a los lagos de Saliencia que
también son de origen glaciar.
El color de sus aguas es de un intenso
verde turquesa y cuenta con una pequeña isla en el centro que embellece
aún más el ambiente.
El lago está situado a los pies de unas
montañas abruptas que lo envuelven casi al completo, una formación geológica
que se conoce como circo glaciar y que fue provocada por la acumulación de
nieve en esta zona y su posterior transformación en hielo.
Me siento afortunada de poder celebrar el día de mi cumpleaños en un entorno de tal magnitud.
Como no hay prisa decidimos rodear todo
el lago andando con cuidado por la orilla mientras nos caen algunas gotas de
lluvia. No hay nada como contemplar en silencio la gran masa de agua a los pies
de estas enormes paredes rocosas.
En una de las orillas del lago se halla otra de estas bonitas cabañas de piedra, icono indiscutible de Somiedo. Nos sentamos junto a ella para reponer fuerzas y merodear por los alrededores.
Me sorprende que un lugar así sea tan poco concurrido pero lo cierto es que no vemos absolutamente a nadie en todo el día. El mágico ambiente invita a relajarse un rato sin hacer nada.
Emprendemos el regreso tomando el visible camino de la derecha para descubrir a continuación la otra vertiente del valle. Al ser una ruta circular se puede hacer en un sentido o en otro, ésta es sólo nuestra opción.
Seguimos encontrando vacas y teitos a nuestro paso, además de aves rapaces que vuelan felices por estos cielos.
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