El
Cerro de Pedro López es una ruta asequible y cercana a la ciudad de Córdoba
localizada en un magnífico rincón de su sierra. A pesar de contar
sólo con 659 metros de altitud, esta modesta montaña de perfecta forma
piramidal es capaz de ofrecer desde su cumbre una de las mejores panorámicas
de Sierra Morena Cordobesa. Estos parajes poseen un alto valor
ambiental que sin embargo siguen sin ser reconocidos con la figura de protección
que merecen, algo que espero cambie algún día.
Para
alcanzar esta cumbre no se requiere de un gran esfuerzo físico ya que se trata
de una sencilla ruta circular que parte desde la urbanización de Las
Jaras, asciende en poco tiempo hasta el Cerro Pedro López y desciende por el
barranco de Los Picapedreros sumando en total unos cinco kilómetros.
Existe la posibilidad de ampliar el recorrido cinco kilómetros más llegando al
famoso parque periurbano de Los Villares, opción por la que nos hemos decantado hoy.
El hecho de que una montaña lleve el nombre propio de una persona es algo poco habitual, por eso he investigado quién era ese tal Pedro López y por qué se puso su nombre a este pico. Al parecer Pedro López Morales fue un señor de Logroño, casado con una mujer cordobesa adinerada, que tuvo éxito en el mundo de los negocios durante el siglo XIX. Además de convertirse en un banquero de prestigio fue un hombre influyente en los círculos de la alta sociedad cordobesa de la época, llegando a ser uno de los impulsores de la creación del Gran Teatro de Córdoba. Una de las fincas que poseía se encontraba en esta zona de la sierra y abarcaba la montaña en cuestión, de ahí que con el paso del tiempo se conociera como el "cerro de Pedro López" y así ha quedado hasta nuestros días.
Para comenzar nos dirigimos desde la ciudad de
Córdoba a la urbanización de Las Jaras,
donde dejamos el coche y continuamos a pie unos 500 metros de forma paralela a
la carretera. Desde aquí ya es posible ver el pico al que nos dirigimos.
Cruzamos la carretera a la derecha y nos situamos en otra urbanización más pequeña llamada Sol y Luna, desde donde tomamos un ancho camino a nuestra derecha que enseguida se convierte en un sendero zigzagueante, salpicado con pinos piñoneros y matorral bajo típico del monte mediterráneo.
En esta zona hay una alta concentración de Cistus Ladanifer o jara pringosa, la protagonista absoluta de la ruta que en periodo de floración se vuelve espectacular.
Pero sin duda lo que más llama la atención a nuestro paso son las enormes rocas de granito que están esparcidas a lo largo y ancho del terreno. Se trata de unos peculiares bolos muy compactos en tonos rojizos y rosados, que presentan mayoritariamente una forma redondeada, y que otorgan a este paraje de cierto aire de misticismo. Observando la escena da la impresión de que estos pedruscos han sido colocados aquí de manera intencional.
Sobre
estas rocas hay colocados algunos montoncitos de piedras pequeñas que nos van
indicando el camino a seguir y que no hay que perder de vista.
A medida que subimos vamos teniendo mayor perspectiva del exquisito entorno que rodea la urbanización.
Un
pequeño recorrido que concentra todas las características paisajísticas y
botánicas más representativas de Sierra Morena, destacando la variedad de
plantas aromáticas silvestres y los tupidos bosques de pinos hasta donde se
pierde la vista.
La subida se realiza por una vereda que resulta muy cómoda y en breve tenemos el pico delante de nosotros.
Lo
divertido viene justo en la base de la cima, cuando nos toca trepar por unas
gigantescas rocas graníticas que contrastan con la intensidad del verde de la
vegetación. Hay que agarrarse bien y tener cuidado de no perder las
indicaciones pintadas en la misma roca.
En la
cumbre apenas hay sitio para moverse más allá de unas cuantas rocas sobre las
que asomarse para admirar las vistas, que por cierto son espectaculares.
Disfrutamos de la inmensidad de Sierra Morena Cordobesa con el especial encanto
de una niebla baja, en días despejados se pueden divisar a la perfección las
Sierras Subbéticas y Sierra Mágina.
Al mirar
hacia el norte veo unos riscos que sobresalen y no consigo identificar, más
tarde descubro que esas montañas del fondo son los Riscos de Guadanuño, otro de los muchos tesoros de la
zona. Hasta ese momento desconocía su existencia, pero esta imagen llama
tanto mi atención que decido planificar una excursión a este lugar para seguir
descubriendo lugares perdidos por la Sierra de Córdoba.
Bajamos con cuidado por las mismas piedras de antes y
retomamos la vereda que habíamos dejado para subir a la cumbre, continuando por el conocido como Camino de los Picapedreros, que recibe su nombre en honor a los hombres que a principios del
siglo pasado trabajaron estos bloques de granito. A base de golpear estas duras
rocas con martillo y cincel consiguieron tallar los adoquines y bordillos que
hoy vemos en las calles y aceras de Córdoba, y que en su mayoría proceden de este
lugar.
Salta a
la vista la riqueza geológica del lugar, con piedras que adoptan formas muy peculiares y ofrecen un paisaje único en estas sierras.
Cruzamos
el arroyo de los Arenales y continuamos el camino hacia la izquierda. En caso
de hacer la versión corta habría que seguir hacia la derecha para volver en
poco tiempo a la urbanización de Las Jaras.
Llegamos
al campo de golf que hay junto al Parque Forestal Los Villares y lo bordeamos
por fuera, al mirar hacia atrás vemos el Cerro Pedro López que acabamos de
subir.
Nos
queda la recta final que transcurre de forma paralela a la carretera de
Villaviciosa, en el lado derecho nos siguen acompañando piedras y más piedras.
Llegamos
a la Urbanización de Las Jaras y nos adentramos en ella para conocer de cerca
el Embalse de La Encantada, un lugar de lo más tranquilo.
Es un
gustazo pasear por su orilla escuchando a los pájaros y admirando de nuevo el
Cerro Pedro López desde una perspectiva diferente.
Es increíble que un lugar tan extraordinario pase desapercibido
encontrándose a tan sólo quince minutos de la capital cordobesa. Reconozco que
yo misma no lo conocía hasta hace un par de años, pero desde entonces he vuelto
en varias ocasiones y me sigo viendo tentada a subir esta montaña cada vez que
la veo desde la carretera.
¡Hasta la próxima
rutilla!
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