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Cueva del Gato, Cueva del Hundidero y Cueva de la Pileta. Las entrañas de Grazalema.

Nos vamos a la parte más oriental del Parque Natural de la Sierra de Grazalema, la Serranía de Ronda, un paisaje accidentado de sierras escarpadas que ha sido la vía de comunicación natural entre la costa y el interior de Andalucía. El relieve kárstico que predomina en la zona ha dado lugar a formaciones geológicas muy interesantes y cuevas profundas que el ser humano ha sabido aprovechar desde tiempos remotos para la construcción de asentamientos. Un buen ejemplo lo encontramos en la Cueva de la Pileta en Benaoján, declarada Monumento Nacional en 1924 debido a su importancia arqueológica. Más adelante hablaré con detalle de esta cueva pero voy a comenzar con la popular Cueva del Gato, considerada como Bien de Interés Cultural. 

La Cueva del Gato es la salida natural del río Guadares y forma parte de uno de los sistemas de cavidades subterráneas más importantes de España, denominado Sistema Hundidero-Gato. Este sistema espeleológico se encuentra en la provincia de Málaga y se compone de una boca superior que está en Montejaque, la Cueva del Hundidero, y una boca inferior situada muy cerca de Benaoján, la Cueva del Gato. Una travesía de más de cuatro kilómetros de galerías, túneles, sifones, simas y lagos que se han formado durante miles de años por la filtración de las aguas del río Guadares en la Sierra del Algarrobo.

Aunque no sea visitable merece la pena acercarse hasta la entrada y conocer los parajes que la rodean. Para ello hemos de llegar a la estación de ferrocarril de Benaoján y cruzar el puente sobre el río Guadiaro donde hay paneles con información de la ruta. Aquí se inicia un cómodo paseo de dos kilómetros, que discurre de forma paralela al río por tramos de un camino medieval, construido a su vez sobre una antigua vía romana que unía las antiguas ciudades de Carteia y Acinipo. 


Al poco aparece un dique artificial discontinuo que hace una pequeña presa, el Charco de la Barranca, donde es posible observar peces y una avifauna interesante como garzas reales, cormoranes o ruiseñores. Andamos por el margen derecho del río acompañados por zarzas, juncos, adelfas y demás vegetación ribereña. 

Un agradable recorrido en el que encontramos vestigios de antiguos molinos que tuvieron su importancia en otras épocas, como el Molino de los Nogales, que aprovechaban la fuerza motriz del agua para generar la energía necesaria para moler el trigo. 


La vereda se va estrechando hasta llegar a un puente de madera de reciente construcción por el que hay que cruzar de nuevo el río Guadiaro, éste es el punto donde se une con su afluente el río Guadares.



Ahora cruzamos la línea del ferrocarril por debajo del puente, momento en el que aparece ante nosotros la boca de la famosa Cueva del Gato en medio de un entorno muy acogedor. 



A través de una pequeña cascada el río Guadares vierte sus aguas cristalinas sobre un pequeño lago de color azul, en el que es posible bañarse en verano. El lugar es un remanso de paz, así que nos quedamos tomando el almuerzo embobados junto a la orilla.




Al conocer que esta cueva es la salida de un sistema de cuevas aún mayor nos entra la curiosidad y decidimos ir al día siguiente a buscar ese otro agujero que forma parte del complejo. El regreso hasta Benaoján se realiza por el mismo camino.  

Como terminamos con tiempo decidimos acercarnos a la Cueva de la Pileta que se encuentra muy cerca, para llegar desde Benaoján tomamos la carretera que va a Cortes de la Frontera y en el km 4,5 veremos un desvío señalizado.

Dejamos el coche en el parking y apreciamos unas buenas vistas de la sierra, hasta la entrada de la cueva hay que subir unos cien peldaños.


Las visitas se hacen en grupos reducidos y hay que reservar las entradas con antelación en su pa´gina web. Nosotros no teníamos entrada reservada y nos presentamos al atardecer en la puerta del complejo con la esperanza de que nos dejaran pasar, allí sólo había una pareja y un empleado que nos comentó que el grupo ya estaba cerrado y que estaban esperando a las demás personas que faltaban para efectuar el último pase del día. Sin embargo, el destino quiso que esas personas no se presentaran a su cita esa tarde y nos ofrecieran a nosotros ocupar su lugar junto a la otra pareja. Dicho y hecho, pagamos los ocho euros de entrada y disfrutamos de una de las visitas guiadas con más encanto que recuerdo.

La Cueva de la Pileta fue habitada por humanos tanto del Paleolítico Superior como del Neolítico y hasta la Edad del Bronce, por lo que ha estado ocupada de manera intermitente a lo largo de milenios. Nuestros antepasados dejaron su huella en forma de pinturas y utensilios de su vita cotidiana, tesoros de incalculable valor que a día de hoy son un referente mundial del arte paleolítico. La cueva fue descubierta en 1905 por José Bullón Lobato, un campesino de la zona que llevaba tiempo observando cómo salían bandadas de murciélagos de una pared de la montaña, entró por casualidad buscando los excrementos de estos animales para usarlos como abono en sus cultivos y lo que encontró fue algo que lo mantuvo fascinado el resto de su vida. Consiguió agenciarse la propiedad no sé de qué manera y desde entonces se dedicó en cuerpo y alma a la exploración y conservación del lugar, labor que hoy en día continúan realizando sus descendientes gestionando las visitas a la cueva. Por supuesto la cavidad ha sido objeto de estudio a lo largo de los años por paleontólogos y expertos en la materia, y algunos de los restos hallados se exhiben en la actualidad en el Museo Británico de Londres. 

El recorrido de ida y vuelta dura aproximadamente una hora y se realiza a través de distintas salas con tramos de escaleras en los que no hay luz, tienes que llevar en la mano una lámpara portátil que te facilitan en la entrada. Sólo se puede visitar la galería principal aunque existen al menos tres galerías más y zonas vírgenes que aún no han sido exploradas, lo que añade aún más misterio. Nos acompaña un guía muy amable que sabe interpretar mucha de la historia que encierra la cueva, en alguna ocasión nos pide que apaguemos todas las lámparas para quedarnos en completo silencio y oscuridad tomando conciencia del lugar, una experiencia que sobrecoge cuando piensas cómo era la vida en un sitio así hace más de 30.000 años. Pasamos por salas de grandes estalactitas y estalagmitas producidas por la filtración del agua de la montaña, un lago de agua cristalina e incluso nos asomamos a una sima de 70 metros de profundidad. Pero lo que deja la boca abierta del visitante son los grabados y pinturas rupestres que datan de miles de años de antigüedad, con representaciones muy variadas de animales terrestres y marinos, así como signos abstractos y figuras indeterminadas que a día de hoy siguen siendo un misterio de difícil interpretación. 




En total hay unas 3.000 figuras dibujadas con distintas técnicas según la época, de ahí que esté considerada como la Capilla Sixtina de la Prehistoria. Una de las que más llama la atención es la figura de un pez gigante de metro y medio en la última sala visitable, algo poco frecuente en la pintura paleolítica.

Salimos encantados de la visita y nos dedicamos a preparar la excursión a la siguiente cueva prevista. Se trata de la Cueva del Hundidero que se sitúa a unos dos kilómetros al norte del municipio de Montejaque, cerca del pantano de los Caballeros, aunque encontrarla no es tarea fácil ya que no está bien señalizada. Después de revisar el mapa, usar el GPS y preguntar a los lugareños terminamos dando más vueltas de las previstas hasta dar con la localización exacta, una explanada cerca del Cerro Tavizna donde por fin vemos un panel informativo.

    

Por allí no se ve a nadie y no existe una recepción o taquilla, pero nosotros decidimos aventurarnos y comenzar a bajar un desfiladero de grandes dimensiones a través de unas empinadas escaleras.   



Los rayos del sol escasean entre las paredes rocosas, lo que hace emerger una vegetación amiga de la umbría.


A medida que descendemos por el barranco la expectativa va en aumento, hasta que por fin aparece ante nosotros la espectacular grieta que se hace más grande conforme nos acercamos.

Esta impresionante cavidad es muy conocida por el mundo de la espeleología, pero resulta extremadamente peligrosa sobre todo en épocas de mucha lluvia, pudiendo convertirse en una trampa mortal. De hecho son varias las personas que han perdido la vida intentando atravesarla, de ahí que no sea visitable por el gran público y sólo se permita la entrada a equipos expertos durante las estaciones secas, siempre que estén federados y cuenten con la autorización pertinente. Los demás tenemos que conformarnos con andar por la zona de la entrada con mucha precaución. 



Nos atrevemos a pasar por una puerta gigantesca de 64 metros de alto por 10 metros de ancho, pero lo hacemos con la sensación de entrar en el mismísimo infierno. Dentro descubrimos un espacio de absoluta soledad y el inicio de un oscuro camino que discurre por las entrañas de la sierra, a través de un complejo entramado de túneles y pozas que desembocan en la Cueva del Gato. Imagino que hacer el recorrido entero debe ser una experiencia increíble y muy arriesgada, el sólo hecho de entrar y permanecer durante un rato bajo tierra ya es una aventurilla.    



A principios del siglo XX hubo un intento fallido de construir una enorme presa de hormigón justo al lado de la entrada del Hundidero. Sin embargo, los proyectos arquitectónicos no tuvieron en cuenta la excesiva permeabilidad del terreno y el agua simplemente desaparecía bajo el suelo. Los costosos experimentos de taponar algunos orificios de la cueva tampoco sirvieron para nada y al final hubo que desistir en el empeño de controlar la naturaleza. Mucho esfuerzo y dinero tirado a la basura en uno de los grandes fracasos históricos de la ingeniería moderna. Esta locura de proyecto supuso una fuerte agresión para la cueva y su fauna, aunque con el tiempo se recuperó y a día de hoy alberga una de las principales colonias de murciélagos de Europa. 

Naturaleza 1, humanos 0... ¡Hasta la próxima rutilla! 






























 



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