La Vuelta a Colina es el nombre que recibe una de las principales
rutas de los Collados del Asón que asciende al Pico Colina, uno de los más
altos de la zona. Una ruta circular de dificultad media que a lo largo de sus 17 kilómetros ofrece una variedad de paisajes increíbles, pasando por enormes valles socavados por la erosión del hielo, antiguos bosques
de hayas, lapiaces y circos glaciares, una buena clase de geología
in situ.
El Parque Natural Collados del Asón se encuentra íntegramente en el término municipal de Soba, al sudeste de Cantabria. Es una región muy despoblada que se caracteriza por un relieve abrupto y complejo fruto de la acción de los hielos durante las últimas glaciaciones de la Era Cuaternaria, periodo en el que aparece el Homo Sapiens sobre la Tierra. Las formaciones de origen kárstico como dolinas, cuevas, lapiaces y simas son abundantes en todo este territorio y la vegetación que vemos es la típica del bosque Atlántico caducifolio. Aquí encontramos una amplia representación de la fauna de montaña cantábrica, destacando las grandes rapaces como el buitre leonado, alimoche, águila culebrera y azor. Pero lo más llamativo es la presencia de especies de invertebrados muy valiosos y raros que no existen en ninguna otra parte de Cantabria.
Para empezar nos situamos en el aparcamiento de los Collados del Asón, lugar en el que se inician la mayoría de rutas del parque natural, es gratuito y suele haber sitio de sobra aún en los meses de más afluencia turística dado que ésta no es de las zonas más conocidas de Cantabria. Marchamos por el camino de Horneo, una pista ganadera donde se aprecian antiguas cabañas de piedra.
En poco más de un kilómetro llegamos al Alto de la Posadía donde vemos la primera señal del sendero a Colina.
Aquí tenemos un conjunto rocoso muy llamativo que se conoce como “Manhattan”.
La senda empieza a subir de forma marcada y nos regala vistas como éstas del Valle del Asón y sus curiosas montañas escalonadas.
En seguida nos adentramos en un hayedo muy frondoso y acogedor de los muchos que abundan en el parque natural.
Nos
aguarda una potente subida por medio de un barrizal hasta llegar a la Braña de Saco, una explanada con sus típicas cabañas y muros de piedra
donde las vacas parecen sentirse a gusto.
La sorpresa viene a continuación de la mano de una enorme plataforma de abrasión que ha sido pulida durante miles de años por la acción del hielo. Una especie de rampa por la que el glaciar se iba deslizando hacia el valle y que da la impresión de haberse quedado detenida en el tiempo.
Momento de parar a contemplar esta maravilla natural y andar con mucho cuidado entre las profundas zanjas.
Las
plantas se abren paso en estos agujeros recordándonos que es posible adaptarse
a cualquier circunstancia por muy adversa que sea.
Justo al
lado tenemos el Hoyón de Saco, una formación circular resultante de la erosión
glaciar, lo bordeamos por la derecha y continuamos la marcha hacia la cumbre.
La
niebla se aproxima y engulle todo a nuestro alrededor en un abrir y cerrar de
ojos. Éste es un fenómeno habitual en la zona y uno de los principales peligros
ya que puede dar lugar a desorientarse y perderse, o peor aún caerse en uno de
los muchos agujeros y simas que contiene el terreno. Si vais por primera vez
recomiendo hacer la ruta en compañía de guías expertos para evitar disgustos y
dedicarse sólo a disfrutar.
La
niebla nos priva de ver el Canal de Rolacías, el estuario del Asón y la Costa
Cantábrica, que supuestamente se aprecian a medida que subimos al pico. Sin
embargo, nos ofrece otras imágenes tiernas que también tienen su encanto.
Es una
subida dura pero con paciencia y esfuerzo todo se consigue, hacemos cumbre a
1441 metros de altitud y descansamos unos minutos para reponer fuerzas.
Según
descendemos por la otra vertiente de la montaña la niebla comienza a abrirse
paso y nos permite al fin atisbar unos paisajes que son sencillamente
espectaculares.
Llegamos
a un paso natural entre dos grandes rocas conocido como Portillo de las Escalerucas, un sitio ideal para el almuerzo de hoy.
En frente una montaña colosal, el Picón del Fraile.
Otra
formación kárstica curiosa está en el cañón de La Cañada de Moncrespo que parece una obra de arte artificial. La
actividad incesante de los glaciares ha modelado un paisaje que hará las
delicias de aquellas personas aficionadas a la geología.
Al
avanzar nos topamos con esta visión de Los Campanarios, unas formaciones rocosas interesantes que
recuerdan al campanario de una iglesia y que dotan de belleza a este rincón del
parque natural.
Tras
pasar por otro maravilloso bosque de hayas nos sumergimos en un pasadizo
llamado las Hazas del Respiradero, una enorme grieta con paredes verticales de diez
metros de altura por las que transcurre nuestra senda.
Dentro
de este encajonamiento tenemos la suerte de encontrar una hermosa azucena
silvestre, uno de los endemismos de la zona.
Justo
abajo de Los Campanarios llama la atención el Poljé de Brenavinto, se trata de una extensa llanura atravesada por
un curso fluvial que recoge el agua de la lluvia y la introduce en el subsuelo
a través de un sumidero. Sin embargo, este desagüe se colapsa cuando las
precipitaciones son abundantes y se junta con el deshielo de la primavera, por
lo que esta zona suele quedar inundada de forma temporal formándose un lago que
es uno de los espectáculos más curiosos de los Collados del Asón. Muchas
personas acuden aquí sólo para conocer este lago tan efímero pero se encuentran
que ya se ha desintegrado de nuevo y sólo queda la llanura seca.
El
camino de vuelta ya no tiene perdida, seguimos la pista hasta alcanzar de nuevo
la Posadía y continuar hasta el aparcamiento del Asón. Casi al final tenemos una bonita postal del Pico Mazo Grande.
Aquí tenéis el enlace de la ruta en wikiloc:
https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/vuelta-colina-51483905
¡Hasta la próxima rutilla!
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