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Saint Andrews, ciudad con historia al este de Escocia.

Saint Andrews es una encantadora ciudad de apenas 20.000 habitantes, situada en la costa oriental de Escocia, en el condado de Fife. Considerada una de las ciudades más antiguas del país, vivió su época de máximo esplendor en la Edad Media gracias a la construcción de una gran catedral de la que actualmente sólo quedan sus ruinas. Su proximidad con Edimburgo, a tan sólo una hora de coche, la convierten en la excursión perfecta para ir y venir en el día.

La ciudad está bañada por el Mar del Norte y debe su nombre al Apóstol San Andrés, cuyas reliquias se dice que fueron transportadas desde Grecia por San Régulo, en un barco que acabó naufragando por estas costas en el año 742. A partir de entonces se levantaron en esta zona rocosa algunos edificios religiosos, el primero de los cuales fue la iglesia de St. Mary on the Rocks, posteriormente una comunidad de agustinos fundó la iglesia de St. Rule y por último se edificó la enorme catedral. Los restos del apóstol se alojaron en el monumento y fueron venerados durante siglos por multitud de peregrinos venidos de todas partes. San Andrés fue nombrado patrón de Escocia y protector de los escoceses, incluso la bandera del país presenta una cruz en forma de aspa en honor al mártir.

   

Hoy en día Saint Andrews es una importante ciudad universitaria, reconocida como una de las universidades más prestigiosas del Reino Unido y la tercera más antigua, detrás de Oxford y Cambridge. Sus calles y plazas gozan de un gran movimiento estudiantil mezclado con el trasiego de turistas.   

Otro dato curioso es que la ciudad está considerada como la cuna del golf porque fue aquí donde empezó a practicarse este deporte y se fijaron sus reglas durante la edad media, constituyéndose el club de golf más antiguo del mundo.

Pero sin duda lo más atractivo de Saint Andrews es su imponente catedral, la St. Andrews Cathedral, cuyas dimensiones la convirtieron en su época en el edificio más alto del país. Su construcción se inició a principios del siglo XII y finalizó en el siglo XIV, durante el reinado de Roberto I de Escocia. Sin embargo, a lo largo del tiempo fueron sucediendo una serie de catastróficas desdichas que provocaron su destrucción. Y es precisamente su estado decadente lo que le otorga ese halo de misterio. 

De esta obra colosal sólo quedan en pie algunos muros, un trozo de fachada, parte del claustro y un par de torres, y con eso es suficiente para generar un escenario impactante. Caminar por estas ruinas se convierte en una experiencia única que hay que vivir con calma, así que una vez aparcado el coche éste es el primer lugar en la agenda.


Los restos de la catedral se ubican dentro de una gran explanada cubierta de césped y repleta de innumerables tumbas antiguas, resultando un conjunto verdaderamente tétrico. 


La secuencia de acontecimientos destructivos fue la siguiente: en el año 1270 una repentina ráfaga de viento frío destruyó el costado oeste de la catedral, cien años más tarde sufrió un incendio por la que tuvo que ser reconstruida y en 1409 una tormenta deshizo su lado sur. Sin embargo, lo que más daño causó al gran monumento no fueron las fuerzas de la naturaleza sino la terquedad humana, pues en el siglo XVI tuvo lugar en el país la Reforma Protestante, un periodo en el que se vivieron violentos conflictos que provocaron el saqueo de la catedral y su destrucción casi al completo. 

A partir de ahí la ciudad perdió su poder e importancia y el edificio quedó irrecuperable para siempre. Muchas de sus piedras fueron reutilizadas para reformar las casas y calles del pueblo, y ésta es la trágica historia de una catedral que parecía estar maldita desde el principio. 




El recinto está abierto y se puede pasear por él de forma libre y gratuita, tan sólo hay que pagar para visitar el museo de la catedral y la Torre de San Régulo, que en realidad es un vestigio de la antigua iglesia construida aquí mucho antes que la catedral.

 

Pese a todas las tempestades acaecidas la torre ha conseguido sobrevivir, y ahora ofrece desde su cúpula una de las mejores panorámicas de la ciudad y alrededores.


Los restos del antiguo claustro de estilo gótico despiertan un magnetismo especial. 



El monumento está situado en lo alto de un promontorio frente a la costa, sin posibilidad de resguardo. Su ubicación justo en frente de un mar tan salvaje lo han hecho especialmente vulnerable a las inclemencias del tiempo.

Las lápidas pertenecen a distintas épocas y si nos fijamos bien se pueden apreciar símbolos con influencia de los pueblos Pictos. ¿Y estos quiénes eran? Los Pictos están considerados como un pueblo misterioso del que se desconoce su procedencia, sólo se sabe que fueron un conjunto de tribus que habitaron el norte y este de Escocia hasta el siglo X. En su mayoría eran simples granjeros y pescadores que vivían de forma rudimentaria, pero en ocasiones se convertían en salvajes guerreros ante la llegada de un enemigo común. En esos momentos dejaban de lado las habituales rencillas entre clanes, para aliarse y luchar por defender su espacio, su linaje, sus costumbres. Se escogía a un jefe como representante de todas las tribus, el cual era defendido a ultranza por los valientes guerreros, y a cambio el líder debía apoyar todas las estrategias de éstos durante la contienda. 

Fueron numerosos los ataques sufridos por parte del Imperio Romano que, tras invadir todo lo que se le antojaba, andaba deseoso de conquistar también el norte de Gran Bretaña. Sin embargo, se toparon con un territorio agreste que se les resistía una y otra vez y, a pesar de todos los enfrentamientos protagonizados a lo largo de siglos, el pueblo Picto acabó siendo imbatible. De hecho, sus descendientes alardean hoy de vivir en una tierra que nunca jamás ha sido conquistada. 

Un pueblo con coraje, considerado por las poblaciones "civilizadas" como bárbaros que vivían bajo sus propias reglas en las tierras del norte, al margen de la sociedad. Ante la imposibilidad de doblegar a los "salvajes" los romanos tuvieron que desistir y retirarse, dejando que estas gentes rudas habitaran en las regiones inhóspitas, más allá del muro de Adriano... ¿A alguien más le suena esta historia? Tal vez haya por ahí cierta serie famosilla de HBO que podría haberse inspirado en estas batallas para redactar su guión, pero seguro que cualquier parecido con la realidad es casual.

Tanto la forma de vida de los Pictos como su desaparición siguen siendo una incógnita, las últimas investigaciones apuntan a que su cultura fue absorbida poco a poco por las civilizaciones posteriores. Lo que es seguro es que sabían dibujar y esculpir, ya que han dejado en el país un gran legado de piedras talladas, con imágenes y patrones recurrentes aún sin descifrar. 






El paseo entre ruinas y tumbas es sobrecogedor. Al salir nos espera el Mar del Norte y un pequeño camino junto a los acantilados que conduce al Castillo de Saint Andrews, un paseo corto que nos permite avistar unos frailecillos disfrutando del agua.



St. Andrews Castle es otra construcción que también se encuentra semiderruida después de un largo historial de asedios entre personajes de poder de la realeza y del mundo eclesiástico. Aún se conservan sus mazmorras en las que se perpetraron algunas torturas rocambolescas, como por ejemplo una que consistía en encerrar y abandonar a su suerte a una persona dentro de un estrecho habitáculo pegado al mar, donde la humedad se dejaba sentir con contundencia. 




Pero Saint Andrews es mucho más que recuerdos y escombros... Por sus calles se respira una agradable vida universitaria y, aunque es imprescindible visitar la zona de la vieja catedral, el puerto y el castillo, también es recomendable andar sin rumbo fijo por su casco histórico, y descubrir sus antiguos edificios y calles por las que es un placer perderse. 

En esta prestigiosa universidad han estudiado personajes de renombre incluidos unos cuantos ganadores del Premio Nobel. Aunque lo más conocido es la historia de amor entre Guillermo y Kate, los duques de Cambridge, que coincidieron en estas aulas mientras cursaban estudios de Historia del Arte. Al parecer fue aquí donde iniciaron su noviazgo y no me extraña porque, definitivamente, Saint Andrews es un lugar para enamorarse.

Para finalizar esta visita nos acercamos a la tranquila playa de West Sands, que fue el escenario donde se rodó la mítica escena de la película Carros de Fuego (1981) de Hugh Hudson, en la que un grupo de deportistas olímpicos aparece corriendo por la playa mientras suena de fondo la música de Vangelis, una banda sonora que ha quedado grabada en nuestra memoria. ¿Quién no ha recreado alguna vez esta escena? 




Para los frikis del cine aquí tenéis el fragmento de la peli a la que hago referencia, que por cierto es una historia basada en hechos reales que ganó una importante cantidad de premios, incluyendo cuatro Oscar a mejor película, guión original, banda sonora y vestuario. 

Y después de un gran día volvemos a Edimburgo en nuestro precioso auto escocés, conduciendo eso sí por el lado izquierdo. ¡Hasta la próxima rutilla!



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