El Valle del Jerte se encuentra al norte de la provincia de Cáceres y es
conocido a nivel mundial por ofrecer cada primavera el gran espectáculo de sus
cerezos en flor. Una estampa bella y efímera que apenas dura diez días al año y
que es capaz de movilizar a muchos curiosos que acuden en masa para retratarla,
momento en el que las cámaras de televisión retransmiten las clásicas imágenes
de las laderas del valle teñidas de blanco y a todos se nos hace la boca agua.
Pero el Valle del Jerte es mucho más, su atractivo abarca también otras épocas del año en las que se puede seguir disfrutando de su gran patrimonio natural, donde destaca la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos, un espacio de casi 7.000 hectáreas de valles, bosques y altas cumbres cuyo mayor tesoro son las piscinas naturales de Los Pilones.
Se trata
de un barranco encajado entre dos laderas por las que confluyen aguas de varios
arroyos que un poco más abajo se unen al río Jerte, formando una sucesión de
pozas y saltos de agua realmente curiosos. Pero, ¿cómo se ha formado este
paisaje tan singular?
Los Pilones son conocidos a nivel geológico como Marmitas de Gigante, unas concavidades redondas que se forman en las rocas de los ríos por la acción de la corriente del agua cuando algunos fragmentos de rocas son arrastrados y caen en un hueco al fondo del cauce del río, el movimiento giratorio de la corriente fluvial provoca que estas piedras vayan golpeando las rocas del fondo y generen su característica forma circular. El resultado son trece bañeras de grandes dimensiones, unidas por pequeñas cascadas, que cada verano se convierten en lugar indispensable para darse un buen baño.
La Garganta de los Infiernos fue declarada como Reserva Natural en 1994 y aunque su oferta de actividades es muy variada la zona de Los Pilones es la que más visitas recibe cada año. De camino por la carretera de Ávila N-110 hay un mirador donde se aprecia en todo su esplendor el famoso Valle del Jerte, considerado Bien de Interés Cultural desde el año 1973. Es el Mirador Puerto de Tornavacas, el punto exacto donde termina la Comunidad de Autónoma de Castilla y León y entramos en Extremadura.
Entre los municipios de Jerte y Cabezuela del Valle hay un desvío indicado hacia el Centro de Interpretación de la Reserva Natural Garganta de los Infiernos. En su parking oficial se puede dejar el coche por unos 3€ y en los alrededores da inicio un sendero que no tiene ninguna complicación.
Pese a
estar catalogada de baja dificultad la ruta tiene algunos tramos con pendiente,
aunque está bien acondicionada y señalizada con los colores blanco y verde. Hasta la zona de Los Pilones hay 3 km, por lo que el recorrido final suma 6
km en total.
Desde el
principio nos adentramos en un atractivo bosque de robles melojos, madroños y
castaños, un oasis que ayuda a combatir el calor extremeño.
Entre
los claros asoma el mítico valle, el monocultivo de los cerezos se remonta a
varios siglos atrás y hoy día sigue siendo una de las mayores fuentes de
riqueza de la región.
En la
última parte del trayecto hay que bajar por un camino empedrado que nos conduce
hasta la misma garganta. Al llegar nos tropezamos con muchas personas que, al
igual que nosotros, vienen dispuestas a disfrutar de una jornada entre
chapuzones. Es lo que tiene viajar en verano.
La gente
se agolpa para echar fotos en el puente que cruza el río, ya que desde aquí
tenemos en buena panorámica de las pozas alineadas. Ésta es la zona donde
suelen acoplarse las familias con las neveras y al otro lado continúa el
sendero por unas escaleras labradas en la piedra.
El
camino se corta un poco más adelante en la fuente de Los Pilones, justo en la
última poza que es donde empieza el recorrido para los valientes. Está la
opción de lanzarse al agua aquí mismo e ir recorriendo cada una de las pozas en
sentido descendente hasta acabar de nuevo en el puente. O simplemente escoger
la charca que más nos guste y zambullirnos en ella el tiempo que deseemos.
Quiero
aclarar que todas las pozas no son para todos los públicos, algunas tienen un
acceso complicado por su particular encajonamiento. Y por otra parte se hace difícil
elegir una única poza, lo suyo es ir saltando de una en una y probarlas todas.
El río
Jerte nace a 1800 metros sobre el nivel del mar, en las cumbres cercanas al
municipio de Tornavacas, y es afluente del río Alagón el cual termina por
desembocar en las aguas del Tajo. Fue bautizado por los musulmanes que
invadieron la región con la palabra árabe Xerete, que significa <<el río de las aguas
cristalinas>>.
Su
caudal varía en función de la época del año, siendo el verano el momento ideal
para apreciar mejor estos llamativos agujeros y disfrutar del baño. En invierno
y primavera imagino que puede ser algo más peligroso.
Advierto
que el agua está congelada, las rocas resbalan que da gusto y aunque parezca un aquapark lo cierto es que estamos en un río salvaje sin vigilancia, dicho
lo cual espero que quien se anime disfrute del agua tanto como yo.
Una vez
dentro el cuerpo se aclimata y se vuelve una experiencia placentera de la que
cuesta salir. El regreso se hace por una pista forestal que lleva de nuevo al
Centro de Interpretación en una pequeña ruta circular.
Por el
camino un frondoso castañar nos resguarda de las altas temperaturas.
No
estaba previsto pero hemos terminado comiendo en un bar de carretera a las
afueras del municipio de Jerte, el restaurante Napoleón. Menús caseros a buen
precio, exquisitos postres de su producto estrella, la cereza, y unas
formidables vistas del famoso valle.
¡Hasta la próxima rutilla!
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