Una ruta muy refrescante que transcurre de manera íntegra a orillas del Nansa, uno de los ríos más importantes de Cantabria, situado en su extremo occidental cerca de Asturias. La Senda del Nansa es un antiguo camino de pescadores que ha ido quedando en desuso y que gracias a su encanto se ha vuelto popular entre senderistas de todas las edades. Además de ofrecer un paisaje relajante y una vegetación muy vistosa, tiene el atractivo de coincidir con un tramo de la primera etapa del Camino Lebaniego, lo que nos permite hacernos una idea de la belleza de ese viejo itinerario.
La senda parte en la localidad de Muñorrodero, perteneciente a Val de San Vicente, y llega hasta la central hidroeléctrica de Trascudia, en un recorrido lineal de casi 7 km, lo que quiere decir que nos esperan otros tantos de vuelta. Quien no quiera volver andando tiene la posibilidad de hacerlo en taxi, ya que en la misma central hidroeléctrica hay carteles con teléfonos que ofrecen este servicio. Su escasa dificultad lo hacen apto para toda la familia y recomendable en los días calurosos por su proximidad con el agua.
El río
Nansa nace en el macizo de Peña Labra y después de unos 50 km desemboca en
el mar cantábrico, formando la ría de Tina Menor. Su trayecto está enmarcado en la Comarca
del Saja-Nansa, un territorio de alto valor ambiental que abarca
desde zonas costeras bien conservadas hasta grandes macizos montañosos, pasando
por valles encajonados y espesos bosques. Es la comarca con más superficie
protegida de Cantabria, de hecho casi la mitad del territorio cuenta con algún
grado de protección, destacando el Parque Natural de Saja-Besaya y el Parque
Natural de Oyambre.
Para comenzar hay que ir al pequeño pueblo de Muñorrodero y continuar por la carretera hasta llegar a su cementerio. Aquí está el punto de inicio y se puede aparcar sin problema, aunque en época de afluencia turística hay que dejar el coche más adelante en una zona oficial de aparcamiento.
Las señales nos llevan a cruzar una primera pasarela y adentrarnos en un camino que promete ser muy agradable.
Un
sendero cómodo junto a la ribera del río que
nos permite mantener contacto visual con el agua la mayor parte del tiempo.
Es
conocida también como la Senda de los Pescadores, pues desde siempre fue transitada por estos
durante la pesca de truchas y salmones. Con la drástica reducción de estas
especies animales la actividad pesquera se ha visto mermada y hoy en día el
camino es más de uso turístico. Llama la atención una pasarela verde que
atraviesa el río y servía para que los pescadores pudieran estar sentados
mientras se dedicaban a su labor.
En el
año 2010 el camino fue acondicionado para la práctica del senderismo y cuenta
con infraestructuras que nos facilitan esta actividad como puentes de madera,
barandillas, escaleras y pasarelas.
Estos
elementos constituyen en sí mismos un atractivo más durante el recorrido. No
sólo nos facilitan el acceso a rincones más escondidos, sino que obligan a que
todos los visitantes pasemos por el mismo sitio y se minimice por tanto el
deterioro del entorno.
A
nuestro paso apreciamos unas vistas espectaculares del cauce del río y la
abundante vegetación que lo acompaña: castaños, alisos, fresnos, avellanos,
sauces y helechos, muchos helechos.
Esta
hermosa planta es la Equisetum Arvense, conocida como cola de caballo posee múltiples
propiedades medicinales.
Una ruta
bien señalizada y con indicaciones para realizar una variante de "aguas
bajas", que nos permite atravesar el río en la época estival cuando su
caudal desciende. Resulta más divertido seguir esta alternativa a la senda
principal, para ir saltando de piedra en piedra y observar de cerca la vida
acuática.
La senda nos lleva a conocer un tramo del histórico Camino Lebaniego, una ruta con más de 500 años de antigüedad que discurre de manera íntegra por tierras cántabras. Se trata de un ramal del Camino de Santiago, que empieza en San Vicente de la Barquera y finaliza en el monasterio de Santo Toribio de Liébana, en Potes. Ahí es donde se encuentra el Lignum Crucis, el trozo más grande de la cruz de Cristo que se conserva en el mundo. Tanto el Camino del Norte, que llega hasta Santiago de Compostela, como el Camino Lebaniego han sido nombrados desde el año 2015 como Patrimonio Mundial de la Unesco, con esta distinción se ponen en valor ambas rutas de peregrinación y se reconoce la necesidad de preservar su gran patrimonio natural y cultural.
El
Camino Lebaniego consta de unos 72 km que se reparten en tres largas etapas,
aunque quien lo desee puede añadir jornadas restando kilómetros, eso al gusto, en cualquier caso se disfrutará de un bello paisaje rural de grandes montañas,
valles, ermitas y pueblos con encanto. Para quien se anime a realizar el
recorrido completo existe una credencial, la lebaniega, que se
otorga tanto a las personas que hacen el camino completo como a las mascotas
que las acompañan, algo curioso.
La espesura del bosque ribereño lo envuelve todo y aporta calma.
Transcurridos
unos cuatro kilómetros nos topamos con la Cueva del Rejo, catalogada como zona LIC (Lugar de Importancia
Comunitaria) por la necesidad de conservar las seis especies de murciélagos que
en ella habitan. No en vano esta cavidad, de 665 metros de profundidad, está
considerada como el mayor nido de murciélagos de Cantabria. En ella se han
encontrado restos humanos que datan del Paleolítico Superior, época
Magdaleniense, además de algunas pinturas de animales que hacen que pertenezca
al catálogo de conjuntos de arte rupestre paleolítico.
Según se
avanza la conexión con la naturaleza va en aumento y algunos árboles se vuelven
irresistibles de repente.
Gracias a las escaleras vamos salvando importantes desniveles entre las rocas.
Último
tramo hasta la central hidroeléctrica de Trascudia, donde hay una zona de
esparcimiento con algún merendero.
Aquí nos
aguarda una imagen que es un regalo para los sentidos, un salto de agua natural
formado por el arroyo Supino al unirse con las aguas del Nansa.
Es el
momento culminante de la excursión y, tras deleitarnos con sus vívidos colores,
sólo queda volver por el mismo camino haciendo los descansos oportunos.
Cualquier
lugar es bueno para hacer una parada y refrescarse, contemplar la belleza del
entorno y disfrutar del sonido del agua al fluir. Nosotros hemos
tomado el almuerzo en una pequeña playa de río, con su correspondiente siesta
bajo la sombra.
¡Hasta la próxima rutilla!
Información técnica de la ruta y descarga del mapa aquí.
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