La bella ciudad de Brujas es uno de los destinos turísticos más populares del viejo continente y un punto de referencia para los amantes de la historia y la cultura medieval. Está situada en el extremo noroeste de Bélgica, a 90 kilómetros de su capital Bruselas, y se considera el centro administrativo de la provincia de Flandes.
Su estratégica ubicación frente al Mar del Norte ha favorecido desde tiempos remotos el desarrollo de intercambios comerciales con otros países, llegando a ser en la Edad Media una de las más importantes ciudades portuarias. Fue en esa época cuando se construyeron numerosos canales para comunicar la ciudad con las aguas del río Zwyn, que en realidad era un brazo de mar que se adentraba en tierra firme. Los canales facilitaban la entrada y salida de embarcaciones al mar y la distribución de mercancías por toda la ciudad, a día de hoy son uno de sus principales reclamos y el motivo por el que es conocida como la "Venecia del Norte".
¡Bienvenid@s a Brujas!
Su historia se remonta a la época prerromana, estando ya habitada por antiguas tribus de origen celta y romano, como los Menapios, que llegaron a ocupar una extensa región entre el oeste de Alemania, el sur de los Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo y el norte de Francia. Un pueblo que vivía del pastoreo y de la agricultura en aldeas y granjas, hasta que en el siglo I a. C. su territorio fue invadido por las tropas del emperador Julio César y no tuvieron más remedio que rendirse ante su prepotencia. El avance imparable de los romanos provocó la desaparición de aquellos pobladores, su forma de vida y su cultura, y a partir de ahí los nuevos dueños se dedicaron a construir fortificaciones para defender "sus" costas de los ataques piratas. Siglos después aparecieron en escena los vikingos, quienes llegaban desde el norte de Europa para asentarse a orillas del río Zwyn. A ellos se atribuye la fundación de la ciudad en el siglo IX, y se cree que el nombre de Brujas deriva de una antigua palabra escandinava, Brygga, que significa "puerto" o "lugar de amarre".
La ciudad llegó a ser en la Edad Media un importante centro comercial que vivía sobre todo de la industria textil y de la exportación de las populares lanas y paños de Flandes. Sin embargo, a lo largo de su historia ha sufrido periodos de altibajos socioeconómicos marcados en parte por eventos geológicos propios de su situación geográfica. Por ejemplo en el siglo XI los procesos de acumulación de sedimentos en el fondo del río provocaron que la ciudad quedara sin salida al mar, un siglo más tarde tuvo lugar una fuerte tormenta que excavó el terreno haciendo que el agua volviera a fluir de nuevo por los canales, lo que permitió que Brujas reanudara su actividad económica. Nuevos periodos de bonanza en los que florecieron el arte y la arquitectura flamenca, surgiendo la escuela pictórica de los "primitivos flamencos" cuyas obras de arte se caracterizan por una representación muy realista de los detalles. Estos artistas son apreciados por alcanzar una perfección sin precedentes gracias a refinar las técnicas de pintura al óleo, hoy queda un importante legado de cuadros que pueden verse en el museo de Bellas Artes de Brujas (Museo Groeninge).
Fue a partir del siglo XV cuando la ciudad comienza su declive motivado en parte por sucesivos episodios de sedimentación, pero también por la decadencia de la industria textil y por la competencia que supuso la construcción de un nuevo puerto en la cercana ciudad de Amberes. En adelante Brujas fue perdiendo su poderío de forma paulatina y llegó a ser considerada a mediados del siglo XIX la ciudad más pobre de Bélgica. Esta situación ha cambiado de forma radical ya en el siglo XX por la puesta en valor de su gran patrimonio medieval, lo que ha conseguido impulsar una nueva economía basada en el turismo.
En 2002 fue nombrada Ciudad Europea de la Cultura y como pudimos comprobar en persona motivos no le faltan.
Aprovechando una escapada de varios días a los Países Bajos, en septiembre de 2010, no íbamos a dejar escapar la ocasión de ver esta pintoresca localidad que derrocha romanticismo por los cuatro costados. Nos desplazamos en tren desde Ámsterdam, un trayecto de apenas dos horas y media, y nada más salir de la estación de Brujas ya se percibe una magia que va en aumento según nos acercamos a su casco histórico. Teniendo en cuenta que todo el centro es zona peatonal pasear se convierte en una actividad muy agradable.
Los edificios conservan a la perfección su aspecto original gracias a unas minuciosas labores de mantenimiento. Por encima de todos ellos sobresale la espectacular torre Belfort, el símbolo por excelencia de la ciudad que, con más de ochenta metros de altura, se convierte en un punto visible desde cualquier parte que hace que orientarse en Brujas resulte muy fácil. Se puede visitar por dentro y quien se anime a subir sus 366 escalones tendrá buenas panorámicas y pasará junto al viejo carrillón, que suena puntual cada cuarto de hora desde hace más de siete siglos. Como curiosidad mencionar que el campanario sufre una "ligera" inclinación hacia la izquierda de 1,19 metros y según desde qué ángulos se mire llega a ser muy evidente.
Uno de los sitios más emblemáticos es la Plaza Mayor o Grote Mark, el corazón de Brujas en el que durante siglos tuvo lugar una intensa actividad política y comercial, la ciudad estuvo marcada por continuos enfrentamientos bélicos con la vecina Francia por hacerse con el poder de la importante región de Flandes. Por los alrededores destacan las típicas casas de colores en las que se ubicaban las sedes de los diferentes gremios, hoy en día muy concurridas con tiendas y restaurantes.
Muy cerca está otra de las plazas principales, Burg, en la que se encuentra el edificio del ayuntamiento con su impresionante fachada.
Sin embargo, el atractivo de esta pequeña ciudad no está en cada uno de sus monumentos de forma aislada sino en el conjunto de todos los elementos que componen el casco histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2000. Por eso, aunque las guías ofrecen muchos planes para visitar Brujas en un día, mi recomendación no es otra que andar por libre sin planos para perderse a conciencia por sus callejones, dejarse llevar por las sensaciones de cada instante y contemplar sin más la animada vida en plazas y parques.
Las calles de Brujas están impregnadas con un aroma especial de otra época y sus casas son realmente curiosas, todas con estrechas fachadas de piedra y grandes cristaleras.
Pero si hay algo peculiar en ellas son los tejados puntiagudos y escalonados con pequeños ventanucos en el último tramo. No hay dos viviendas iguales pero todas son en sí mismas obras de arte.
Por encima de los tejados de las casas sobresalen los campanarios de las iglesias, con un marcado estilo gótico aunque con diferencias artísticas entre sí.
La Iglesia de San Salvador es la más antigua de Brujas y resulta llamativa por su robusta torre cuadrada, en 1768 se convirtió en catedral después de que el ejército francés destruyera la anterior.
Una de las mejores formas de disfrutar de la ciudad es a través de sus canales, ya sea paseando junto al agua y cruzando sus numerosos puentes, o tomando una barca turística en alguno de los cinco embarcaderos que existen. Los recorridos son diarios, de 10:00 a 18:00 horas, y muestran otras perspectivas de Brujas llegando a adentrarse en los recovecos más curiosos que de otra forma no se podrían conocer.
Y no todo son canales y monumentos, la ciudad presume también de elaborar los mejores chocolates artesanos, de hecho encontramos multitud de pequeños comercios que ofrecen estas delicias y que no podemos irnos sin probar. Además Brujas está considerada una de las grandes capitales de la cerveza, por lo que otro buen plan es acomodarse en una de sus idílicas terrazas y recrearse con una buena cerveza belga. En el casco histórico hay cervecerías para todos los gustos con marcas de cerveza rarísimas, yo recomiendo pasar por la fábrica Halve Maan para degustar la conocida "Brugse Zot".
Cae la tarde en Brujas y llega el momento de despedirse de una ciudad encantadora, capaz de competir en belleza con algunas de las grandes capitales europeas. Pero antes una última parada en el muelle del Rosario, Rozenhoedkaai, sobre el Canal Dijver, uno de los puntos más fotografiados de la ciudad. ¡Hasta la próxima rutilla!
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