En lo más profundo de la Sierra de Córdoba se esconden lugares
sorprendentes donde aún es posible disfrutar de una naturaleza en calma, lejos
del mundanal ruido y de las cotidianas prisas. El Barranco de la Huesa es uno
de esos sitios poco transitados, excavado por un arroyo que lleva el mismo
nombre y situado en una vertiente del valle del Guadiato a su paso por el
término municipal de Villaviciosa de Córdoba.
El río Guadiato nace al sur de la aldea La Coronada, perteneciente a Fuente Obejuna, y se funde con el Guadalquivir a la altura de Almodóvar del Río, trazando un recorrido de paisajes muy cambiantes y llamativos, desde suaves lomas y campiña a cerros encajados con abundante vegetación.
La cuenca del Guadiato está llena de lugares interesantes, sobre todo en los tramos medio y bajo donde concentra sus principales valores naturales. En la parte alta, en cambio, existe una mayor intervención humana derivada de los grandes núcleos de población, la presencia de industrias mineras, una central térmica y cuatro embalses. Es a partir del municipio de Villaviciosa cuando el entorno fluvial se vuelve más interesante a nivel paisajístico y ambiental, pues el río se va encajando en las rocas y el relieve adquiere un perfil abrupto de difícil acceso. Es una zona prácticamente deshabitada que se encuadra en las inmediaciones del Parque Natural Sierra de Hornachuelos y que constituye, por tanto, la misma unidad paisajística caracterizada por la baja montaña y un bosque mediterráneo muy denso.
La propuesta de hoy es conocer este entorno a través de una ruta circular de unos trece kilómetros, sencilla a excepción de la parte de bajada al río que es campo a través y resulta algo incómoda. Para llegar desde Córdoba capital hay que subir por la carretera CO-3402 en dirección a la barriada de Santa María de Trassierra y después continuar hasta el puente de los Boquerones, en este punto tenemos un primer contacto con el Guadiato en todo su esplendor.
Tras una breve parada seguimos cuatro kilómetros por la carretera hasta aparcar en una explanada que se conoce como el Llano del Olivarejo, donde hace años existía una zona de acampada.
Aquí comienza uno de los cuatro senderos de la memoria histórica, recientemente habilitados para dar a conocer al público el relato veraz de aquellos episodios trágicos acontecidos en nuestra provincia durante la posguerra.
Tras la guerra civil la vida se convirtió en un infierno para los vencidos y algunos se vieron obligados a huir y refugiarse en la sierra donde pasaron grandes calamidades. Aquí se fueron organizando grupos de defensores armados de la República, cuyo objetivo no era otro que recuperar las libertades perdidas a manos de un malévolo dictador. En 1945 uno de estos grupos formó la llamada Tercera Agrupación Guerrillera, encabezada por Julián Caballero Vacas, la cual tuvo un destacado papel en el norte de la provincia de Córdoba. Estas sierras presentaban unas condiciones idóneas para la lucha guerrillera por ser un terreno accidentado, cubierto de bosque y surcado por valles profundos con escondites entre las rocas. Pero la vida en el monte era muy dura, había que enfrentarse al hambre, al frío y al aislamiento total, subsistiendo con los recursos naturales del campo y el apoyo logístico de los cortijos de la zona. Y mientras luchaban por sobrevivir sus familiares eran torturados y humillados en los pueblos por un régimen que no cesó hasta exterminar a estos partidarios antifranquistas, así como a los campesinos y pastores sospechosos de ayudarlos. Para ello se llevaron a cabo batidas por el Barranco de la Huesa estableciendo un cerco como en las monterías de caza, hasta acorralar a estos valientes junto al cauce del río y asesinarlos a sangre fría la madrugada del 11 de junio de 1947. Uno a uno fueron cayendo todos los integrantes de la agrupación a balazos y en cuanto a los líderes dicen que se quitaron la vida disparándose a sí mismos antes de que lo hicieran los enemigos, una tragedia que marcó el final de la lucha guerrillera en Córdoba. Toda esta información se encuentra en la página web: http://www.foromemoriacordoba.org/
El camino se adentra poco a poco en este histórico barranco y nos permite descubrir el escenario real en el que habitaba la guerrilla en aquellos tiempos tan difíciles. La naturaleza parece haber borrado los ecos de la barbarie y hoy todo permanece en silencio.
Ya desde la Edad Media estos parajes eran atravesados por una importante vía pecuaria que comunicaba las sierras con la ciudad de Córdoba y con el valle del Guadalquivir, permitiendo la trashumancia del ganado y la libre circulación de personas. En la actualidad la mayor parte de estos senderos se encuentran vetados a los caminantes por la colocación ilegal de vallados, cancelas y mallas cinegéticas, una auténtica vergüenza teniendo en cuenta que son fincas de titularidad pública.
El bosque mediterráneo está muy presente en la cuenca del Guadiato, con encinas, alcornoques, quejigos, matorral bajo y bosque de ribera. Aunque lo que destaca en esta ruta es la gran cantidad de pino negral de repoblación (Pinus pinaster) que dada sus dimensiones resulta muy vistoso.
En la jornada de hoy nos desplazamos acompañados por una espesa niebla que nos concede un ambiente de calma, ideal para dejar atrás cualquier preocupación banal.
La presencia de líquenes es un bioindicador muy fiable que viene a demostrar que estamos respirando uno de los aires más limpios y puros de Córdoba.
Nos aproximamos a la cuenca del Guadiato y las postales comienzan a sucederse, sin duda éste es uno de los puntos más espectaculares de sus 130 km de recorrido. No entiendo como pese a ser una zona de gran interés conservacionista sigue sin una triste figura de protección ambiental y me pregunto qué hilos habrá que mover para la creación del Parque Natural Sierra Morena Cordobesa, algo tan necesario y que suena tan bien.
Ahora viene la parte más compleja de la ruta que básicamente consiste en descender una empinada ladera por donde se puede y luchar contra toda clase de arbustos que pinchan. El alivio es inmediato al llegar por fin abajo y pasear junto a la orilla del río.
El caudal del agua ha ido dibujando a lo largo del tiempo un valle profundo y escarpado en el que viven tranquilos toda clase de aves, insectos y mamíferos que se abastecen de sus aguas cristalinas. La gran diversidad de especies animales y vegetales se debe sobre todo a la ausencia de núcleos de población significativos y a la complicada morfología del terreno.
En este tramo del río siguen estando presentes algunos elementos del patrimonio hidráulico como antiguos molinos, fuentes y cortijos. El incansable murmullo del agua junto a un bosque de ribera bien conservado son los mejores alicientes del paseo.
Comienza a llover e iniciamos la subida por una pista de tierra, refugiándonos para el almuerzo bajo un un viejo alcornoque, a continuación hay que atravesar la finca de La Pastelera hasta llegar a la pista inicial y poco más arriba el final de trayecto. El trazado completo de la ruta está aquí.
Un camino para reflexionar sobre cómo tuvo que ser la vida de fugitivo por el salvaje monte, y que nos ha llevado a comprender una nueva versión de la historia. ¡Hasta la próxima rutilla!
Sobrina me ha encantado
ResponderEliminarMe alegro, gracias por comentar!!!! <3
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