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Miradores del Noreste y Salto do Prego en la Isla de San Miguel, Azores.

Nuestro periplo en Azores comienza con un recorrido por la región noreste de la isla de San Miguel, donde visitamos sus remotos pueblos y vamos haciendo las paradas oportunas en cada uno de sus curiosos miradores. Una de las zonas menos visitada de la isla pero que resulta tan impresionante como todas las demás y que incluye rincones selváticos, carreteras perdidas y jardines que se asoman al mar sobre vertiginosos acantilados. 

Desde nuestro alojamiento en Rabo de Peixe tomamos dirección norte por la carretera principal que rodea toda la isla, la EN1-1A, hasta llegar al primero de los miradores del itinerario diseñado para hoy: Miradouro da Ponta do Cintrâo. Desde aquí se distingue gran parte de la costa norte de San Miguel, un litoral muy escarpado compuesto por pequeños núcleos de población y playas aisladas de difícil acceso.  


Continuando por la misma carretera en dirección este vemos en seguida las indicaciones para el Miradouro de Santa Iria, muy próximo a Porto Formoso y a la localidad de Ribeira Grande. Según cuenta la historia en esta colina tuvo lugar la batalla de Ladeira da Velha en la que se enfrentaron las tropas de dos hermanos, Pedro y Miguel, quienes se disputaban el trono de Portugal tras la muerte en 1826 de su padre, el rey Juan VI. Una bronca familiar de las grandes que contribuyó a poner fin a la guerra civil portuguesa entre absolutistas y liberales.  


Un día tan despejado nos permite disfrutar del intenso contraste de colores. 


La siguiente parada es en el Parque Natural da Ribeira dos Caldeiroes, que no es un parque natural como tal sino una especie de jardín botánico construido en la orilla del río Dos Caldeiroes. La entrada es gratuita y se puede aparcar en la misma puerta, son unas instalaciones bien cuidadas en las que se puede ver una representación de la típica vegetación isleña.  




Junto a la orilla del río hay unos viejos molinos reconstruidos y un sendero de corto recorrido que nos dirige a unas frondosas cascadas.



Esta flor de color amarillo tan llamativa está presente en toda la isla y se llama Lirio de Jengibre Kahili (Hedychium gardnerianum), aunque parece inofensiva está incluida en la lista de las especies exóticas invasoras más dañinas del mundo. 


En menos de una hora está visto el parque y nos ponemos en marcha para seguir descubriendo esta sorprendente isla. Sin cambiar de dirección llegamos al municipio de Nordeste que es como una capital para las pequeñas aldeas de la región del noreste, es un pueblo de costa apacible situado encima de un gran acantilado y rodeado de prados verdes.



A las afueras del pueblo, junto a la carretera, se encuentra el Miradouro Ponta do Arnel con unas magníficas vistas del mar y del precioso Faro do Arnelel punto más oriental de la isla y uno de los lugares más fotografiados. El faro se asienta sobre un saliente de la roca y se abre a la inmensidad del océano Atlántico soportando las más bravas tempestades mientras mantiene la mirada fija hacia Europa continental. Lleva en funcionamiento desde 1876 lo que lo convierte en el faro más antiguo de la isla y durante años fue la única puerta de entrada al archipiélago de Azores


Más adelante está el Miradouro da Vista dos Barcos desde donde se aprecia otra perspectiva del faro, el conjunto de casitas que lo rodean y la empinada carretera que desciende hasta un pequeño embarcadero. Muchos turistas sienten la tentación de bajar con el coche hasta el mismo faro pero luego se las ven y se las desean para subir la cuesta, mejor hacerlo a pie o contemplarlo desde arriba. 


A la altura del municipio de Pedreira nos desviamos hacia el interior de la isla y ahora cambiamos de tercio para explorar un poco el espacio natural de Sierra de la Tronqueira. Lo hacemos a través de una solitaria carretera que sube por la montaña y que no sabemos muy bien dónde lleva, nos da la sensación de estar en mitad de la nada y eso resulta muy estimulante para aquellos que apreciamos la vida en calma, sin tráfico, sin prisas.

Es una zona muy natural y silvestre donde aún se conservan los primitivos bosques de laurisilva que son el hogar de muchas de las especies de aves endémicas que quedan en la isla, algunas en peligro crítico de extinción como el Priolo.


La niebla se arremolina en las altas cumbres y la serenidad inunda los valles. 

Dan ganas de quedarse más tiempo en estos parajes pero la agenda de hoy no lo permite y el resto de días ya están programados con otras excursiones que iré narrando en el blog. Si alguna vez volvemos por estas islas habrá que dedicarse a investigar esta parte en profundidad, mientras tanto aprovechamos lo que se puede y nos acercamos al Centro Ambiental del Priolo para conocer algo más de este pequeño pájaro que habita en las montañas de San Miguel.

Se trata del Camachuelo de las Azores (Pyrrhula murina) o Priolo, en portugués, una especie de ave paseriforme de la familia de los Fringílidos que apenas mide 17 cm y que tiene un aspecto regordete, con el cuerpo blanco y la cabeza y alas de color negro. Su distribución se restringe exclusivamente a las áreas montañosas de la región oriental de la isla de San Miguel, no existiendo en las demás islas ni en ninguna otra parte del planeta. En el siglo XIX se le llegó a considerar como una plaga en las zonas de huertas de Furnas, pero a partir del siglo XX su población comenzó a decrecer debido a la ampliación del terreno de pastoreo y agricultura y, sobre todo, a la invasión de especies vegetales exóticas que han ido mermando los bosques de laurisilva nativa. Se estima que quedan poco más de mil individuos, siendo en la actualidad una de las aves más raras y amenazadas de Europa, esto ha provocado que se pongan en marcha proyectos para restablecer su hábitat y evitar su extinción, principalmente a través de la Sociedad Portuguesa para el Estudio de las Aves (SPEA). 

Aquí os presento a este pequeño ser maravilloso y a su derecha el pájaro en cuestión.

Después de este paréntesis regresamos de nuevo a la costa en busca del siguiente objetivo: el Miradouro de Ponta do Sossego, un nombre de lo más acertado para un lugar que se aleja por completo del concepto que tenemos de mirador como una simple estructura en la carretera destinada a mirar un paisaje. Y es que en Azores todos los miradores se encuentran en perfecto estado de conservación y limpieza, pero algunos como éste van un paso más allá y ofrecen un amplio espacio al aire libre rodeado de bellos jardines y acondicionado con merenderos y barbacoas, todo dispuesto para disfrutar del día en familia.




Es una lástima que hoy no hayamos traído algo preparado para hacer un picnic frente al mar, el caso es que el hambre empieza a hacer acto de presencia y estamos en una zona poco concurrida en la que no se ve ningún bar abierto, esto nos lleva a seguir conduciendo un poco más hacia el sur hasta llegar a Povoaçâo, un pueblo más grande y comercial en el que hay buenos manjares. Aunque el plato por excelencia es el bacalao nos animamos a pedir también una ración de lapas a la brasa, ya que había leído que son algo muy típico de la isla, sin embargo su extraña textura y sabor no terminan de cautivar nuestro paladar, todo es cuestión de gustos.


Povoaçâo significa "poblamiento" y según la cronología oficial fue el lugar en el que se instalaron los primeros habitantes de la isla allá por el siglo XV. En ese momento daba comienzo la colonización portuguesa de estas tierras, siendo el navegador Gonzalo Velho Cabral el primero en tomar posesión de las islas de Santa María y San Miguel en 1432. En los años siguientes se produjo la llegada masiva de población a las islas y con ella la deforestación de los bosques autóctonos y la modificación del paisaje original, así como sucesivos conflictos y guerras por el reparto del nuevo territorio. Destrozar y acaparar han sido un clásico del comportamiento humano a lo largo de la historia.  

Sin embargo, nuevos estudios científicos están empezando a desmontar la historia conocida y señalan que la isla ya era habitada con anterioridad a la colonización. Para ello ha sido determinante el reciente hallazgo de polen de centeno y otros cereales en los sedimentos del Lago Azul, así como esporas de hongos que viven en las heces de los animales domésticos. El estudio de estos sedimentos y la datación por Carbono-14 aportan evidencias de la presencia humana mínimo 150 años antes de lo que se creía. Pero ahí no acaba la cosa, otras investigaciones más controvertidas sugieren que las enormes y misteriosas estructuras de piedra con extrañas marcas que han sido encontradas en la isla están relacionadas con el asentamiento de civilizaciones muy antiguas pertenecientes a la Prehistoria. De hecho, hace poco se ha descubierto un columbario de origen fenicio de unos 2000 años de antigüedad cerca de Povoaçâo. ¿Es posible que una sociedad rudimentaria de hace miles de años alcanzara las lejanas costas de Azores y después pusiera rumbo a las Américas, tal y como sugieren estas teorías? De momento todo son conjeturas pero parece lógico pensar que un pueblo tan aventurero y experto en navegación como era el fenicio pudiera realizar una hazaña así, igual que hiciera en otros países e islas en su época de expansión. 

En la actualidad Povoaçâo es un pueblo de avenidas anchas, puerto pesquero y pequeñas playas que vive sobre todo del incipiente turismo de las islas. 

Después de coger fuerzas ponemos rumbo a Faial da Terra por una carretera que parece llevarnos al fin del mundo y que termina justo en el bode del mar, un pueblo recóndito de apenas cuatrocientos habitantes franqueado por vastos acantilados y una densa vegetación. De aquí parte una sencilla ruta de senderismo de 4,5 km que llega a la cascada conocida como Salto do Prego y cuyo tramo circular nos permite regresar por otro sendero que atraviesa una curiosa aldea semi abandonada. ¡Allá vamos!    

Hay que aparcar en la entrada del pueblo junto a la estación de autobuses y desde ahí comenzar a andar calle arriba por un camino asfaltado que después se convierte en un sendero de tierra, siempre por el lado izquierdo del río y siguiendo las indicaciones del sendero PRC9-SMI.


Parece que hoy se está cociendo en el pueblo alguna celebración especial en la que los vecinos se afanan por acicalar sus casas y se reúnen para cubrir el suelo de las calles con pétalos de flores cuyo resultado son unos tapices de colores muy vistosos.



El conjunto de casas va quedando atrás y casi sin darnos cuenta estamos inmersos en un escenario de lo más salvaje donde la posibilidad de ser engullidos por un velociraptor parece muy real. 




La vegetación se vuelve cada vez más espesa, es la selva subtropical en estado puro con bosques de laurisilva, acacias, inciensos y helechos.



El exceso de humedad se siente a cada paso y el terreno en ocasiones se vuelve resbaladizo por la acumulación de barro, por lo demás la ruta no tiene mayor dificultad. 


A lo largo del sendero es habitual ver gallos, gallinas y pollos sueltos que vienen a saludar y que no sabemos de dónde proceden teniendo en cuenta que estamos en mitad de la jungla. 

En poco tiempo llegamos a la hermosa cascada de Salto do Prego ubicada en un rincón umbrío casi impenetrable por la vegetación, donde el agua ha formado una profunda poza en la que puedes bañarte si te atreves.




De vuelta tomamos un desvío señalizado para ir a la Aldeia do Sanguinho, llamada así por la presencia del árbol Sanguinho (Frangula azorica) una especie endémica cada vez más escasa en la isla por la pérdida del hábitat original. A lo largo de esta ruta queda patente la invasión de plantas exógenas como el omnipresente lirio del jengibre.




La aldea de Sanguinho fue construida en alto con el objetivo de evitar las crecidas del río que en alguna ocasión llegaron a inundar el pueblo de Faial da Terra. Aquí se establecieron unas doscientas personas que vivían de pequeñas plantaciones agrícolas, pero con el tiempo se fue quedando vacía debido a su complicada accesibilidad y a la emigración de sus habitantes a Canadá y EEUU en busca de un futuro mejor. En los años 60 quedó definitivamente abandonada pero hoy en día está en fase de recuperación con el objetivo de convertirse en una "aldea ecológica y sostenible".



Pasear entre las viejas casas tiene su encanto, algunas están en completo estado de abandono y otras recién reconstruidas con pequeños jardines y huertos frutales. 

El silencio es total y los únicos habitantes que encontramos son peludos y de cuatro patas.

Desde la misma aldea parte un camino adoquinado de gran pendiente que desciende por la ladera hasta Faial da Terra. Durante la bajada las vistas son impresionantes y en este último tramo de la ruta nos damos cuenta de la privilegiada ubicación del lugar, entre montañas verdes y el cauce de un río que se abre paso hasta alcanzar el océano. Con estas vistas me despido hasta la próxima rutilla. 


El track de esta pequeña ruta se puede descargar pinchando aquí.


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