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Lago de Sanabria y Puebla de Sanabria, escapada rural en Zamora.

El Lago de Sanabria, en el noroeste de la provincia de Zamora, es uno de los mejores destinos para disfrutar de una auténtica escapada rural. Sus grandes dimensiones lo convierten en el lago natural más grande de la península ibérica y en el lago de origen glaciar más grande de Europa. Además posee un entorno con pintorescos paisajes de cañones, cascadas y otras pequeñas lagunas, un conjunto protegido mediante la declaración del Parque Natural Lago de Sanabria y sierras Segundera y de Porto.

En mi memoria guardaba vagas imágenes del lago de la primera vez que lo visité con mi familia, era el verano de 1991 y nuestras locas aventuras en caravana estaban en todo su apogeo. En esa ocasión, mi padre había trazado un itinerario de tres semanas que comprendía gran parte de la geografía española hasta llegar a Galicia, y desde allí entraríamos al norte de Portugal para recorrer el país vecino. Hicimos un primer alto en el camino en el lago de Sanabria y pasamos una noche en el camping que hay junto a su orilla. Recuerdo la sensación de bañarme en este pequeño mar y algunas de las historias que se contaban sobre los muertos que había en el fondo. Mucho ha llovido desde entonces y cuando en abril de 2022 me dispuse a viajar a Zamora y la sierra de la Culebra, no quise desaprovechar la oportunidad de volver a este enigmático lugar.  

Para conocer el lago no hay nada mejor que una buena caminata por los alrededores. Después de dejar los bártulos en nuestro alojamiento nos disponemos a recorrer la conocida como "senda de los monjes", cuya versión larga rodea todo el lago en sentido inverso a las agujas del reloj. Una ruta de catorce kilómetros, bien señalizada, en la que se puede inspeccionar no sólo el lago y sus tranquilas playas sino también pequeños pueblos de interés. 

    

Para empezar hay que dejar el coche en el parking de la playa El Folgoso, aquí tenemos la primera toma de contacto con el lago a la luz de las primeras horas del día. 


Iniciamos la marcha siguiendo un camino que se interna en un pequeño bosque de robles y castaños. 


El primer tramo es de subida constante hasta llegar a la localidad San Martín de Castañeda, conocida como "el balcón de Sanabria". Este enclave, situado sobre el monte Suspiazo, fue el lugar elegido por un grupo de monjes mozárabes para levantar en el siglo X un monasterio que llegó a ser uno de los complejos religiosos más importantes de Zamora. 

El pueblo está rodeado de praderas y huertas que rezuman quietud. Se dice que fue aquí donde Miguel de Unamuno se inspiró para escribir su novela San Manuel Bueno, mártir, en ella hace referencia al monasterio y a las leyendas de la zona. La ruta permite conocer el camino que antaño recorrían los monjes para llegar al lago y abastecerse de suculentos pescados.



El Monasterio Cisterciense de San Martín de Castañeda es una joya del románico, declarada monumento histórico-artístico nacional desde 1931. Fue construido sobre los restos de un antiguo cenobio de la época visigoda y, tras ser destruido durante la invasión musulmana, fue objeto de sucesivas reconstrucciones hasta mostrar su aspecto actual. 

En su interior alberga un centro de interpretación y un museo etnográfico que se pueden visitar, nosotros lo encontramos cerrado así que salimos del pueblo para asomarnos al mirador de Neveira, con las mejores panorámicas del lago.

La leyenda más popular cuenta que en el fondo del lago existe un pueblo llamado Valverde de Lucerna. Hasta él se acercó un día un vagabundo que pidió cobijo y alimento entre los lugareños, al ser rechazado decidió usar sus poderes para vengarse de ellos provocando la completa inundación del pueblo. Una historia que parece un preludio de la tragedia real que sucedió en los años cincuenta en Ribadelago.

En realidad la formación del lago se remonta a la época del pleistoceno, hace unos 100.000 años, en la cual un enorme glaciar cubría toda esta zona. Las aguas que vemos en la actualidad son los restos que quedaron tras el desplazamiento por estos valles de una gran lengua de hielo.

En este punto hay que andar un pequeño tramo por la carretera ZA-103 hasta un cruce señalizado que nos introduce de nuevo en el sendero.

Se van sucediendo algunos miradores naturales sobre el lago que merecen unas cuantas paradas. 


Un descenso moderado nos lleva junto al arroyo de Sorribas y los pequeños saltos de agua que forma en su recorrido hasta el lago. 




Al llegar a Ribadelago Viejo el panorama es desolador. La desgracia cayó sobre este pueblo la madrugada del 9 de enero de 1959, cuando se rompió la presa de Vega de Tera situada unos kilómetros más arriba. El agua descendió por el cañón del río Tera, provocando una inundación en la que murieron 144 de los 532 habitantes que había. El pueblo quedó abandonado y los restos de las casas anegadas siguen en silencio desde entonces.   


A muy poca distancia se encuentra Ribadelago Nuevo, un conjunto de casas construidas para ubicar a los supervivientes, los cuales siguen esperando aún las ayudas económicas prometidas por el régimen franquista.

Al alcanzar la orilla del lago la energía cambia de forma súbita, es hora de dejar atrás las historias trágicas para sumergirnos en un paisaje bucólico.

Con semejantes vistas cualquier merendero se convierte en el mejor restaurante. 

A partir de aquí la ruta es más bien un tranquilo paseo por el borde del lago, con algunas paradas estratégicas en las principales playas. 

Lo bueno de venir en primavera es que no tenemos que compartir este paraíso con nadie, en verano es otro cantar. 


Los últimos kilómetros discurren despacio pues el agua en calma invita a detenerse una y otra vez. 



Además de las cuatro playas grandes van surgiendo entre los árboles otras calas de menor tamaño que son idílicas para tomar el sol o darse un baño. 



Recomiendo dejar tiempo al término de la ruta para no hacer absolutamente nada más que contemplar la belleza que desprende el lugar.  



Próxima al lago nos aguarda una estupenda cabaña de madera en la localidad Vigo de Sanabria, convertida estos días en nuestro centro de operaciones.



Al día siguiente nos levantamos con ganas de hacer una ruta más urbana y es que no podemos irnos sin visitar la Puebla de Sanabria, uno de los pueblos más bonitos de España. A escasos quince kilómetros del lago se ubica esta antigua villa cuyo casco histórico se ha convertido en todo un museo al aire libre. 




Andar por las calles supone trasladarse a otra época. Las casas siguen conservando las fachadas originales de piedra con ostentosos balcones de madera. 





Pese a ser un pueblo muy turístico lo encontramos casi desierto en primavera y eso nos permite callejear a nuestras anchas. En la parte más alta del pueblo está la Plaza Mayor donde destaca el edificio del Ayuntamiento y la iglesia de Santa María del Azogue, una construcción de origen románico cuyo estilo ha ido variando con el paso del tiempo.



Todos los restaurantes del pueblo tienen muy buena pinta y hoy es el día de darse un homenaje.



Por la tarde decidimos regresar al lago, a una de las playas que más nos gustó el día anterior, la playa de Viquiella. Aquí se está francamente agusto y se puede contemplar una puesta de sol diferente frente al gran lago.



¡Hasta la próxima rutilla!



Información técnica de la ruta y descarga del mapa aquí




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