A veces no hace falta recorrer grandes distancias para descubrir lugares nuevos y fascinantes. En la Sierra de Córdoba, sin ir más lejos, aún es posible encontrar pequeños rincones de gran valor ambiental y paisajístico, lugares que no todo el mundo conoce y que al ser poco frecuentados permanecen en silencio y nos brindan su calma. Muy próximo a la capital cordobesa tenemos un buen ejemplo, el valle del arroyo Barrionuevo, encajado a su vez entre otros dos valles más populares formados por el arroyo de Los Pedroches y el arroyo de Santo Domingo. Un enclave rebosante de naturaleza desde el que se puede disfrutar de una perspectiva distinta de nuestra magnífica sierra y de la ciudad de Córdoba más abajo, sumida en el cálido valle del Guadalquivir.
Por estos pequeños barrancos confluyen multitud de senderos que ofrecen diferentes propuestas, todo dependerá de la dificultad que estemos buscando y del tiempo disponible. Nosotros hoy sólo pretendemos dar un paseo de medio día y para ello hemos diseñado una ruta circular por las inmediaciones del arroyo Barrionuevo, que es el que menos conocíamos hasta ahora.
El punto de inicio y finalización será la Ermita de Santo Domingo, situada en la falda de la montaña a muy pocos kilómetros de Córdoba capital.
La ermita fue fundada en el siglo XV por un religioso cordobés que posteriormente llegó a ser santificado y venerado, San Álvaro. En sus inicios era un convento pero con el paso del tiempo ha tenido varias reformas y en la actualidad sólo queda en pie el santuario y algunas dependencias. Cada año a finales de abril, coincidiendo con el penúltimo domingo de Cuaresma, se convierte en un lugar de peregrinaje para muchos devotos que acuden engalanados a celebrar la popular romería de Santo Domingo.
El resto del año sigue siendo igualmente un punto de encuentro para domingueros y aficionados al "perol cordobés", personas que se juntan los días de descanso para hartarse de comer y de beber con la excusa de salir al campo. Hay muchas variantes como podemos comprobar en la siguiente imagen, en ella se aprecia al fondo el pico Torreárboles (692 m.), la mayor altitud del municipio de Córdoba.
Nosotros a lo nuestro, echamos a andar por una pista de tierra que nos sumerge desde el principio en un pinar muy tupido.
Enseguida aparece la bifurcación en la que empieza la ruta circular, tomamos el camino descendente de la derecha y más tarde regresaremos por la pista de la izquierda.
Pasadas las últimas casas la pista se convierte en una estrecha senda rodeada de maleza.
Y aquí empieza lo bueno, cuando el bosque mediterráneo se abre paso en todo su esplendor y color. Pese a estar próximos a la ciudad nos invade una agradable sensación de aislamiento.
Es un placer andar por la sierra de Córdoba y en primavera aún más. Siempre que no haya sequía estaremos acompañados por el murmullo de pequeños arroyos y descubriremos algunos saltos de agua y pozas de extraordinaria belleza.
Según nos adentramos en el valle creado por el arroyo Barrionuevo llegamos a un punto en el que no existe un camino trazado. Tenemos que subir por campo a través enlazando algunas veredas diminutas, es la parte más dificultosa de la ruta, una zona rocosa y con pendiente pronunciada que, a cambio del esfuerzo, nos va regalando unas soberbias vistas de la sierra cordobesa.
Seguimos ascendiendo entre pinos y chaparros hasta alcanzar el punto más alto de la ruta, momento para un descanso.
La sierra de Córdoba no se caracteriza precisamente por tener una gran altitud, debido a que forma parte de una cordillera muy antigua a nivel geológico: la cordillera de Sierra Morena. Son montañas bajas y alomadas, con afloramientos graníticos y recubiertas de abundante vegetación. ¿Quién dijo que la belleza estuviera en la altura?
Continuamos sobre llano hasta alcanzar el área recreativa de Los Villares y nos mantenemos en el lado izquierdo sin cruzar la carretera.
Aquí andamos un pequeño tramo del sendero GR-48 y en cuestión de pocos metros nos desviamos a la izquierda para tomar la Vereda de Linares, por la que empezamos a bajar en dirección al punto de inicio.
El sendero discurre entre jaras, esparragueras y matorrales de todo tipo, el sustento de los cada vez más escasos insectos.
En la época estival las flores parecen competir entre sí para teñir el campo con sus diferentes tonalidades. La aulaga proporciona un potente color amarillo, el cantueso aporta pinceladas de violeta y la jara pringosa es la reina absoluta con su enorme flor blanca.
A medida que descendemos van quedando atrás las panorámicas de la sierra y nos internarnos de nuevo en un denso bosque de árboles. Ya sólo queda continuar por el camino del principio hasta llegar a la ermita de Santo Domingo.
Y en poco más de seis kilómetros hemos completado este fantástico recorrido circular, andando prácticamente solos y siendo conscientes del privilegio de vivir junto a Sierra Morena Cordobesa.
¡Hasta la próxima rutilla!
Información técnica de la ruta y descarga del mapa aquí.
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