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Cascadas de Ouzoud, un oasis cerca de Marrakech.

Marruecos es un país que guarda muchas sorpresas para el viajero, de grandes contrastes culturales, climas extremos y paisajes de naturaleza muy variados que, algún día, espero seguir explorando. Aunque sólo he estado una vez en mi vida, ha sido suficiente para darme cuenta de lo mucho que tiene que ofrecerme este país, tan cercano y a la vez tan diferente. Hoy quiero rescatar de mi memoria uno de esos rincones especiales que alberga en su interior, las Cascadas de Ouzoud, visitadas durante aquel primer viaje en agosto de 2009.

Están consideradas como las cascadas más altas del país y su entorno supone un oasis verde en medio de un terreno bastante árido. Ouzoud es una palabra bereber que significa <<oliva>> y, según comprobamos, las cascadas se hallan rodeadas de una amplia extensión de olivos. 

A nivel geográfico las cascadas se ubican en un pequeño pueblo de las montañas del Atlas, llamado Tanaghmeilt, en el centro de Marruecos. Pertenecen a la provincia de Azilal y están dentro del Área de Conservación de M´Goun, uno de los geoparques mundiales de la Unesco. En la zona hay pequeñas aldeas habitadas por familias pertenecientes a las tribus Amazigh, que provienen de los pueblos indígenas de África del Norte, y que viven principalmente del comercio y la agricultura.  

En los últimos años se han convertido en toda una atracción turística y en una de las excursiones más populares para realizar desde Marrakech en un día. Hay unos 150 kilómetros de distancia, que tardan en recorrerse unas tres horas debido al estado de la carretera que discurre por zona montañosa. Pero viendo lo pintoresco del sitio sin duda merece la pena el viaje.  

Siento decir que no dispongo de unas fotografías de mayor calidad porque hace quince años aún no había hecho la inversión necesaria en una buena cámara, ni tampoco había llegado a descubrir del todo la afición que ahora tengo por salir a la naturaleza y capturar todo tipo de paisajes. Eso vendría después, de forma progresiva. Aún así, no necesito unas fotos perfectas para evocar los buenísimos recuerdos que guardo de este viaje, uno de los primeros que hicimos juntos al extranjero. Días inolvidables.

Para visitar al completo las Cascadas de Ozoud hay que hacer una pequeña ruta que empieza en los aparcamientos, desde los que se accede en pocos minutos a la parte superior de la cascada. No hay ningún tipo de seguridad en el borde, por lo que no está de más recordar que no es necesario asomarse más de la cuenta. Desde arriba las vistas son de vértigo, una caída de agua de más de 110 metros en tres niveles, cuya potencia genera al final un bello arco iris. 



Hay un estrecho sendero de tierra que desciende hasta la parte más baja de las cascadas, a lo largo del mismo tenemos la posibilidad de asomarnos a unos miradores que están a media altura, en los que el agua golpea con fuerza en las rocas y te salpica en la cara. Lugar para dejarse envolver por el gran estruendo del caudal cayendo en picado.   

Se tarda una media hora en llegar abajo, dependiendo de las paradas que se vayan haciendo. A lo largo del recorrido hay puestos con todo tipo de souvenirs, restaurantes y algún que otro animal suelto, sobre todo monos y burros, que parecen estar acostumbrados al ajetreo turístico.  



Una vez abajo hay acceso a la zona de baño y posibilidad de pasear a bordo de unas coloridas barcas que, si deseas ponerte chorreando, te llevarán hasta la misma poza de las cataratas. Aunque el color del agua echa un poco para atrás, porque parece turbia, en realidad su aspecto se debe a los minerales del valle de arenisca roja sobre el que se forman las cascadas. 



Hay un ambiente de jolgorio agradable, los turistas que hacen fotos se mezclan con la gente local que viene a resguardarse de las altas temperaturas veraniegas. Los más atrevidos se atreven a lanzarse al agua desde alturas considerables, mientras que los demás disfrutamos de las diferentes perspectivas del gran salto de agua, sin cansarnos de este espectáculo de la naturaleza.  





Después del baño y el paseo la excursión incluye un almuerzo en grupo, así que me despido con esta imagen de la degustación de los clásicos platos marroquíes. Y para mí éste es uno de los mayores incentivos de viajar.  

¡Hasta la próxima rutilla!








 

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