Dentro
del término municipal de Villaviciosa de Córdoba se abre un amplio espacio,
casi despoblado, dominado por sierras no muy elevadas y dehesas. Sólo algunos
cortijos desperdigados dan fe de la presencia humana, lo que se traduce en una
menor contaminación que favorece la conservación de la flora y fauna
autóctonas. Fuera de los meses calurosos la actividad senderista se vuelve una
propuesta recomendable, y más si tenemos en cuenta que por la zona aún quedan
en pie restos de antiguos castillos de la época musulmana, cuya visita es
libre y gratuita. Tal vez no suene muy tentador eso de ir a visitar pedruscos
en mitad de la nada, comidos por la espesura de la sierra, pero eso de aunar
deporte con paisajes de naturaleza y ruinas históricas a mí me parece un plan
inmejorable.
Hoy
vamos a conocer el Castillo
de Névalo, una de esas fortalezas perdidas por Sierra Morena que
en su día formó parte de un conjunto defensivo mayor, que incluía otros
castillos de la provincia de Córdoba, como los de Bélmez, Fuente Obejuna, El
Vacar, Obejo y Almodóvar del Río. El nivel de conservación de estas
construcciones varía mucho, la mayoría han sido reconstruidos pero hay otros
más pequeños, distanciados de núcleos urbanos, que han caído en el olvido hasta
llegar casi a desaparecer en medio de la naturaleza. Este es el caso del
castillo que visitamos hoy, el cual se encuentra en un estado de deterioro tan grave que en conjunto resulta una postal muy tétrica.
El Castillo de Névalo tiene unas pequeñas dimensiones y
está levantado sobre un cerro aislado que dispone de extensas vistas del
entorno, cumpliendo así con su función defensiva. A pesar del evidente
desgaste aún es posible reconocer dos de sus torres, un patio de armas y un
aljibe. Su origen exacto es un misterio, ya que apenas hay referencias de
su historia, pero todo apunta a que en el mismo emplazamiento ya existía algún
tipo de edificio previo a la cultura islámica. Es difícil identificar con exactitud
los secretos que esconden estas ruinas, pero no deja de ser un placer acercarse
a lugares como éste para seguir desvelando tesoros que forman parte de nuestro
patrimonio histórico.
La propuesta es hacer una ruta circular de 11 kilómetros, de escasa
dificultad, que incluye la subida al castillo. Para llegar al punto de inicio
hay que ir al municipio de Villaviciosa de Córdoba y, una vez allí, tomar la
carretera que va hasta Villanueva de Córdoba. A unos tres kilómetros se debe
tomar un desvío hacia la izquierda y seguir por una pista hasta un cortijo que
se distingue por tener un enorme eucalipto. Allí hemos aparcado y de paso hemos
charlado con los dueños que, por cierto, han sido muy amables.
Estamos dentro de uno de los senderos etiquetados como Rutas Ornitológicas de Sierra Morena, rincones poco poblados en los que la naturaleza puede expandirse y permite que muchas especies de aves proliferen a gusto.
Nos ponemos en marcha y, tras pasar junto a un pozo en mitad de
una huerta, accedemos a una pista que seguimos en sentido ascendente,
acompañados por un bosque mediterráneo autóctono, eucaliptos y pinos de
repoblación.
La fortaleza, o lo que queda de ella, se encuentra enclavada en el punto más alto del cerro del Névalo, perteneciente a la Sierra de Casas Rubias. Eso significa que durante este primer tramo hasta el castillo hay que realizar una buena subida.
A poca distancia de la cumbre dejamos la pista y tomamos un pequeño sendero que sale a nuestra izquierda, señalado con un montoncito de piedras. En cuestión de pocos minutos se empiezan a ver bloques de piedra cubiertos de musgo y desparramados por el campo, restos que formaban parte de lo que un día fueron los muros del castillo.
Entre la maleza se distingue un fragmento de mayor tamaño en tonos rojizos, se trata de parte de la torre del homenaje, sin duda la pieza más reconocible de esta fortaleza ya inexistente.
Con mucho sigilo la vegetación se ha ido adueñando de un lugar que hace siglos gozó de importancia estratégica, ahora sólo queda silencio alrededor de un yacimiento casi consumido. Resulta llamativo que un monumento clasificado como Bien de Interés Cultural se encuentre en un estado tan deplorable, y no me refiero sólo al edificio en cuestión sino a todo el espacio exterior del mismo. Me hubiera gustado inspeccionar con detenimiento los detalles de esta construcción, pero desplazarse entre los restos del castillo supone una ardua tarea debido a la maraña de zarzas y matorrales que lo invaden.
Lo único que quedan intactas son las vistas que brinda desde su elevada posición, la Sierra de Córdoba con sus formas alomadas hasta donde se pierde la vista.
El cerro del Névalo se encuentra aislado y eso lo convierte en un punto clave de visualización, por ello no es de extrañar que en medio de las ruinas se haya construido una torre de vigilancia para prevenir incendios forestales. Esta cumbre cuenta además con su propio punto geodésico, que señala los 811 metros de altura en la que nos encontramos, más que suficiente para tener contacto visual con otras provincias como Granada, Sevilla, Ciudad Real o Badajoz.
Abandonamos el castillo abandonado y descendemos hasta tomar la pista forestal de antes. En una mañana estaría hecha la excursión, pero en nuestro caso decidimos caminar hasta el puente de La Golondrina y alargar la jornada, así disfrutamos de bellos pinares y quejigales.
La sierra expresa vitalidad a través de su característica tonalidad en verde oscuro, de ahí le viene lo de <<morena>>.
Tras un breve atroche, en el que restamos un par de kilómetros al recorrido, llegamos al puente de La Golondrina. Aprovechamos para almorzar junto al río Névalo, que debido a la ausencia de lluvias viene sin agua.
Seguimos la caminata disfrutando de los diferentes colores del otoño. Ahora los pinos dan paso a quejigos, alcornoques y encinas que lucen espectaculares durante la última parte del recorrido. Casi sin darnos cuenta hemos llegado al punto de inicio, después de conocer otro pedazo de nuestra sierra.
¡Hasta la próxima rutilla!
Información técnica de la ruta y descarga del mapa aquí.
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