Un escapada sorpresa, regalo de mi trigésimo octavo cumpleaños, me lleva a conocer otro maravilloso rincón de Cádiz, una parte más alejada de la costa y sus aglomeraciones, sumergida en inmensos bosques de alcornoques y con el inconfundible encanto de lo rural. En esta ocasión toca visitar el Parque Natural de Los Alcornocales, una región algo desconocida que constituye el mayor espacio protegido de la provincia gaditana y uno de los más extensos de Andalucía.
Dado que apenas conocía esta zona ha sido un gustazo dejarse llevar (prácticamente a ciegas) por esta inesperada invitación: una estancia en el municipio de Jimena de la Frontera, con cena incluida, bungalow, ruta de senderismo y almuerzo al día siguiente en la playa de Zahara de los Atunes. Sólo puedo decir que me encantan este tipo de sorpresas y que espero que en el futuro sigan cayendo muchas más así... 😉
La ruta en cuestión es simple pero encantadora, pues transita por un tramo del río Hozgarganta, el último río virgen de Andalucía, cuyo cauce no cuenta con ningún tipo de regulación artificial o embalse. El río nace en la garganta de La Sauceda y sus 45 kilómetros de longitud discurren de forma íntegra por el interior del parque natural, dando lugar a un interesante ecosistema de rivera que se convierte en hotel de lujo para multitud de aves migratorias.
Un recorrido ameno, de unos diez kilómetros, que en su parte última llega a Jimena de la Frontera, añadiendo así un tranquilo paseo por las calles de esta pequeña localidad y culminando con unas formidables vistas en lo alto de su antiguo castillo. Lugares como estos, de los que nunca había oído hablar, son los que me hacen pensar que aún me queda mucho por conocer dentro de mi propia comunidad autónoma. Y eso me lleva a seguir soñando.
Una vez instalados en nuestra cómoda y práctica cabaña nos ponemos en marcha, empezando la ruta desde el mismo camping.
Existe la opción de hacer el primer tramo por un sendero local, a través de un pinar, pero debido a la previsión de lluvia decidimos tomar un pequeño atajo por carretera hasta desviarnos a nuestro camino. Desde el principio se atisba la silueta de la torre del castillo de Jimena, hacia donde nos dirigimos.
Una vez dejamos la carretera nos introducimos a mano izquierda por una pista de tierra que desciende hasta el río, donde nos acoge un excelente y variado bosque mediterráneo.
En cuestión de poco tiempo alcanzamos la orilla del río Hozgarganta, un espacio salvaje y natural.
Cruzamos el río para andar a partir de ahora por su margen derecho. El camino es sencillo y la paz absoluta.
Unos pedruscos descomunales se apoderan del sendero y se entremezclan con la vegetación, dotando al paisaje de una peculiar belleza.
Hacia la mitad del recorrido escogemos, a modo de restaurante, uno de esos grandes peñascos con vistas al río. Un lugar especialmente tranquilo para disfrutar de la naturaleza más sublime.
Continuamos el curso del agua acompañados por algunos buitres, los únicos seres que se dignan a saludar en el día de hoy.
Volvemos a cruzar el río para quedarnos ya en su margen izquierdo, donde vamos descubriendo viejos molinos que fueron construidos en esta zona para aprovechar la fuerza del caudal.
Para continuar la ruta hay que subir unos curiosos peldaños excavados en la roca. Por su dificultad moderada puede ser una itinerario apropiado para hacer en familia.
Más adelante llegamos al Cao de la Real Fábrica de Artillería, lugar destinado a la fabricación de material bélico, que vivió su gran auge en el siglo XVIII durante el asedio al Peñón de Gibraltar. Para construir la munición eran necesarias grandes cantidades de agua que se extraían del río, así como minerales y otras materias primas que procedían de los alrededores de Jimena. En 1789 cayó en desuso y ahí se mantiene hasta el día de hoy como recuerdo de la historia militar española.
Llegamos a Jimena de la Frontera, uno de esos pueblos blancos típicos de la sierra de Cádiz, tan coqueto como dificultoso. Su origen se remonta a la prehistoria, tal y como demuestran las pinturas rupestres halladas en el cerro del castillo. Se cree que empezó a estar habitado en el milenio III a.C. y desde entonces su legado arquitectónico y cultural ha ido enriqueciéndose por el paso de diferentes civilizaciones: tartesios, bástulos, turdetanos, fenicios, romanos, musulmanes y, finalmente, cristianos.
Por sus calles de gran pendiente se respira un aire apacible, propio de una vida serena entregada mayormente a los quehaceres del campo.
La calle "Alta" nos conduce hacia el castillo a través de una dura y empinada cuesta.
El conjunto del castillo fue declarado Monumento Nacional en 1931 y se puede visitar a diario de forma libre y gratuita. Se dice que es de origen musulmán, pero lo cierto es que habría que remontarse a la época romana para conocer su verdadera historia. Durante largo tiempo sufrió ataques y fue pasando de manos cristianas a manos nazaríes, debido a que ésta era una importante zona fronteriza en la que se dieron numerosos conflictos armados.
Podemos comprobar que el cerro de San Cristóbal, sobre el que se asienta la fortaleza, ofrece unas privilegiadas vistas de toda la serranía gaditana. No es de extrañar que tantas culturas diferentes escogieran este lugar para asentarse, ya que era un punto estratégico para atacar y defenderse.
Del pueblo al camping todo es pan comido, así que ahora a descansar. ¡Hasta la próxima rutilla!
Información técnica de la ruta y descarga del mapa aquí.
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