Tras coronar en 2017 el techo de Córdoba, había ganas de volver por las sierras Subbéticas para abordar la segunda cumbre más elevada de la provincia: el Pico Bermejo. Se trata de una ruta muy exigente a nivel técnico y, por ende, a nivel mental, por lo que no es apta para principiantes. Hay tramos por campo a través, mucha piedra suelta, poca señalización y algún que otro paso complicado. Todo ello requiere de un exhaustivo estudio de caminos y mapas antes de aventurarse a lo loco. Afortunadamente, tengo a mi lado a alguien que se encarga de toda esa logística y me lo pone muy fácil, de tal manera que yo sólo tengo que ir a disfrutar (o sufrir, según se mire).
El Pico Bermejo, situado en el término municipal de Priego de Córdoba, es uno de los macizos montañosos que forma parte de la Sierra Horconera, junto con la Sierra de Alhucemas y el Pico La Tiñosa. Este conjunto de sierras calizas, pertenecientes a la cordillera Subbética, se caracterizan por tener un relieve abrupto y pedregoso, con valles encajados y crestas afiladas que sobresalen en medio de la campiña cordobesa. Un patrimonio natural y paisajístico que ha sido protegido mediante la creación en 1988 del Parque Natural de las Sierras Subbéticas, y que forma parte desde 2006 del Geoparque Mundial de la Unesco.
Hoy nos espera una subida épica, a través de tierras inhóspitas y escarpadas, que a su manera son también muy hermosas.
Para empezar nos dirigimos a una pedanía de Priego de Córdoba, Los Villares, y aparcamos en un ensanche de la carretera junto a unas casas particulares. Lo normal es empezar el recorrido en el puerto del Cerezo, pero las condiciones climatológicas nos hacen decantarnos por esta versión sin ser conscientes de lo que nos espera. La dificultad se palpa desde el inicio, cuando miramos los paredones verticales hacia los que nos dirigimos, comienza aquí un duro ascenso que no cesa hasta llegar a la cima.
El primer kilómetro transcurre por un olivar de sierra cuya pendiente se vuelve más pronunciada por momentos. Éste es el calentamiento para lo que viene después.
Al llegar a la zona del canchal empieza el plato fuerte. No hay camino ni nada que se le parezca, lo que nos aguarda es una subida en vertical a través de pedruscos sueltos que obligan a vigilar cada paso para evitar caídas o torceduras. Paciencia, resoplos y cada vez mejores vistas a nuestro alrededor.
Recorrer un canchal de estas características se hace duro, pero lo más chungo para mí viene a continuación. De buenas a primeras el canuto se estrecha y nos vemos rodeados por grandes rocas que nos impiden el paso. Con cierto nerviosismo tanteamos las diferentes opciones para continuar la ruta sin percances, intento trepar por aquí y por allá, pero me veo incapaz de avanzar. Cuando observo a mi espalda el pedregal que acabo de subir pienso que no hay escapatoria, y si ya no puedo regresar sólo queda tirar para adelante como sea. Por unos instantes me siento bloqueada y me recrimino por haberme metido en este berenjenal, con tantas rutas fáciles como hay en Córdoba... Detecto un estado de confusión mental que me obliga a parar y respirar con toda la calma que puedo, sintiendo la ansiedad para "manejarla" y recuperar así el equilibrio. Afortunadamente, a los pocos minutos se disuelven las sensaciones desagradables y, con ayuda de mi pareja, encuentro un punto desde el que puedo trepar y superar el obstáculo. Visto desde arriba no parece tan difícil, ¡vaya tabardillo absurdo!
Hemos alcanzado el primer collado, pero esto es sólo el principio, la aventura continúa entre paisajes cada vez más vertiginosos.
En esta parte de la ruta hay formaciones rocosas de lo más llamativas, son el resultado de los procesos de erosión propios del terreno kárstico.
Buscando los pasos más adecuados vamos a por el siguiente collado, mucho más relajados pero sin perder de vista el GPS (o más bien al que maneja el GPS jeje), pues en este recorrido la orientación es clave.
En el siguiente collado tomamos un descanso para admirar las vistas que se abren hacia la otra vertiente de la sierra. Justo enfrente tenemos una buena perspectiva de la crestería de Alhucema, uno de los objetivos del día que finalmente decidimos dejar para otra ocasión. Las dificultades iniciales nos han retrasado un poco y no es necesario apretar tanto. Es mucho mejor disfrutar de lo que tenemos delante y tiempo habrá de meterse en nuevos berenjenales... 😅
Asomados al Cañón del Cerezo tenemos un primer plano de la Sierra de Alhucemas. Y justo detrás el imponente macizo de La Tiñosa, con su inconfundible Cueva del Morrión a la derecha. ¡Las Sierras Subbéticas en todo su esplendor!
Desde aquí hasta la cumbre del Bermejo es pan comido, un último empujón y ya tenemos conquistada la segunda montaña más alta de Córdoba.
Estamos a 1475 metros de altitud, tal vez no sea la cumbre más alta pero sí es una de las más elegantes, pues su situación geográfica permite admirar la riqueza paisajística del entorno y gran parte de las sierras de Andalucía.
Sin pararnos demasiado acometemos una bajada que no está del todo clara. Algunos montoncitos de piedra aislados nos sirven de referencia, pero cuidado con las veredas que surgen y se vuelven a perder a los pocos pasos.
La fatiga se acumula y la temperatura empieza a ser sofocante, pero las vistas bien merecen el esfuerzo. En este lado de la sierra se aprecia mejor el color rosado y anaranjado del terreno, por ello fue bautizado como pico Bermejo.
Llegamos hasta el puerto del Cerezo y aquí ya se puede decir que ha pasado lo más complicado. Dejamos atrás los caminos de cabras para dejarnos caer por una pista de tierra que nos ayuda a ir soltando piernas.
En el último tramo recorremos un solitario y bello paraje arbolado, el mejor broche final para este rutón.
Otra ruta en la que termino exhausta pero feliz. Me voy con la grata sensación de haber conocido un nuevo rincón de mi tierra y, de paso, haber superado un buen desafío del montañismo andaluz. ¡Hasta la próxima rutilla!
Información técnica de la ruta y descarga del mapa aquí.
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