El sendero de la Garganta Verde es una de las rutas más espectaculares que se pueden realizar dentro del Parque Natural de la Sierra de Grazalema, en la provincia de Cádiz. Un recorrido que nos adentra en un profundo cañón que ha sido excavado con mucha paciencia por el cauce del Arroyo Bocaleones, el cual surge de las faldas del Pinsapar de Grazalema. Tanto el sendero del Pinsapar como el de la Garganta Verde son dos de los itinerarios indispensables para comprender la esencia de la Sierra de Grazalema.
Hoy me centraré en describir la visita a la Garganta Verde. Es importante advertir que el sendero tiene un acceso restringido por encontrarse dentro del Área de Reserva del parque natural, lo que quiere decir que no se puede realizar sin la pertinente autorización administrativa de la Consejería de Medio Ambiente. Para conseguirla se puede solicitar con antelación y de forma gratuita aquí. También hay que tener en cuenta la fecha de realización, ya que para evitar el riesgo de incendio forestal desde el 1 de junio hasta el 15 de octubre sólo se puede acceder hasta el primer mirador de la garganta. Conclusión: no es una ruta veraniega.
Uno de los motivos de tanta protección es que el barranco alberga una de las colonias de buitres leonados más importantes de toda Europa. Por tanto, durante el recorrido tendremos la oportunidad de avistar de cerca la actividad de estas majestuosas aves. Un atractivo que se une al que de por sí contiene este singular paraje de la sierra gaditana.
A pesar de ser una ruta corta en longitud está considerada de dificultad alta debido al abrupto desnivel que presenta. Y es que en poco más de dos kilómetros y medio se desciende por paredes verticales hasta el fondo del barranco. Y una vez abajo no hay más remedio que volver a subir por el mismo camino, con el desgaste energético que eso conlleva. Por eso aclaro que no es una ruta para principiantes o para niños de corta edad, sino para personas que ya estén acostumbradas a cierto nivel de exigencia física. Dicho lo cual, empezamos!!!!
En el punto de inicio un cartel nos advierte alto y claro de lo peligroso que se puede volver el sendero en condiciones meteorológicas adversas. Eso quiere decir que en caso de abundantes lluvias no se puede transitar por el cañón, pues en cuestión de pocos minutos el arroyo que lo atraviesa podría aumentar su caudal de forma súbita y convertirse en una trampa sin salida. No es necesario arriesgarse, así que por favor asegúrate de mirar bien la previsión del tiempo el día que vayas a hacer la ruta.
Por suerte hoy hace un día radiante, y eso que estamos en pleno mes de diciembre, así que nos ponemos en marcha con la expectativa alta por conocer un lugar único. Los primeros pasos son por un camino más bien llano, con vistas que se abren a todas las sierras de alrededor.
Enseguida empiezan a apreciarse cortados rocosos en medio de una abundante vegetación mediterránea. Varias cabras montesas nos dan la bienvenida como perfectas anfitrionas.
No tardamos mucho en ver a escasos metros de distancia los primeros ejemplares de buitres leonados. Y es que el sendero discurre junto a los nidos de estos enormes carroñeros, ubicados en los recodos de las paredes del cañón. La sorpresa es mayúscula al ser testigos de como estas aves, de dos metros y medio de envergadura, planean sobre nuestros cabezas sin ningún tipo de timidez.
A partir de aquí entramos en una zona de especial sensibilidad ambiental y no está demás recordar que hay que guardar silencio y respetar el entorno. La quietud nos dará la oportunidad de atender lo que sucede a nuestro alrededor. Y sucede mucho. El simple hecho de escuchar cómo los buitres despliegan sus alas en pleno vuelo es algo sobrecogedor.
Tras un kilómetro andado nos despedimos de la luz del sol para sumergirnos en el barranco en cuestión. Descendemos con mucha precaución por unos escalones excavados en la roca cuyos tramos más complicados se encuentran protegidos por barandillas. El vértigo está servido en cada uno de los miradores del camino.
Alcanzamos el fondo del cañón y una vez dentro nos sacude un silencio abrumador. El único estímulo que se atreve a romper la calma del momento es el eco de nuestra propia voz.
Desde abajo impresiona echar una mirada hacia arriba y ver las enormes paredes de roca que nos custodian, algunas de más de 200 metros de altura.
Llegamos a uno de los puntos claves de la ruta, la Cueva de la Ermita, una cavidad natural de grandes dimensiones que se asemeja a un templo religioso. Las paredes están repletas de estalactitas y estalagmitas que nos recuerdan al órgano de una catedral. He aquí uno de esos lugares con magnetismo, donde aprovechamos para reponer fuerzas.
El sendero oficial finaliza junto a esta obra de la naturaleza, pero nos sentimos llamados a avanzar un poco más dentro de la colosal garganta. Continuamos a duras penas hasta un punto en el que el sendero se vuelve impracticable. Justo a partir de ahí comienza una ruta de barranquismo que exige la equipación necesaria, la preparación física y el acompañamiento de guías autorizados. ¡Suerte!
Nos damos la vuelta y seguimos disfrutando un rato más del impresionante paisaje en completa soledad. Entre las paredes rocosas se halla una buena representación de restos de vegetación laurisilva.
Y de vuelta para arriba realizamos algunas trepadas hasta volver a la señalización de la senda oficial.
Sin prisas y asegurando los pasos, dejamos atrás las entrañas de la Sierra de Grazalema y volvemos a la superficie, desde donde tenemos una buena perspectiva de la gran zanja esculpida por la acción erosiva del agua.
Al atravesar de nuevo el territorio de los buitres nos sentimos observados desde arriba por su inquietante presencia. Estas aves aprovechan las corrientes de aire ascendentes para elevarse y volar en círculos, vigilando desde las alturas todo cuanto ocurre en tierra. Nunca antes los había sentido tan cerca, casi asusta tanta proximidad. Sin duda una experiencia por la que vale la pena el esfuerzo que conlleva hacer esta ruta.
¡Hasta la próxima rutilla!
Comentarios
Publicar un comentario