Cola de Caballo por la Senda de los Cazadores y la faja de Pelay, la ruta por excelencia del Valle de Ordesa.
La ruta de la Cola de Caballo es la joya de la corona del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, ya que nos adentra en el espectacular valle de Ordesa y nos muestra todos sus encantos: numerosas cascadas, circos glaciares y frondosos hayedos. Un recorrido que enamora a primera vista y se queda guardado para siempre en un rincón de tu alma. Este lugar es tan popular que cada día recibe la visita de cientos de personas, así que es mejor venir fuera de la temporada de verano y a ser posible un día entre semana para evitar las aglomeraciones. Nosotros elegimos un lunes de otoño y aún así nos topamos con muchísimas personas por el camino. Se ve que nadie quiere perderse esta maravilla:
Después
de Picos de Europa éste es el segundo parque nacional declarado en España, en
concreto en el año 1918. Desde entonces ha sido nombrado Reserva de la Biosfera,
Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), Patrimonio de la Humanidad
por la Unesco y Lugar de Importancia Comunitaria (LIC). A lo largo de la ruta
de hoy comprenderemos el por qué de tanta relevancia.
El
sendero oficial comienza en el parking de la Pradera de Ordesa,
cerca del pueblo de Torla, y termina en la mítica cascada de la
Cola de Caballo. Después hay que volver por el mismo camino, sumando unos 18 km
que no tendrán complicación para aquellos que estén acostumbrados a las buenas
caminatas. Ésta es la opción que siguen la mayoría de visitantes, la más
segura y la más fácil. No obstante, hay algunas variantes que añaden
cierta dificultad y que resultan interesantes si se quiere ampliar la
perspectiva del lugar. Nosotros lo tenemos claro, siempre que se pueda
preferimos realizar un trayecto circular para no volver sobre nuestros pasos.
Eso nos lleva a elegir la opción de la temida Senda de los Cazadores,
un sendero también oficial pero más complicado que añade algunos kilómetros y
unas vistas del valle soberbias. ¿Nos acompañas?
En
temporada alta hay que dejar el coche en Torla y coger un autobús en el Centro
de Visitantes del pueblo para llegar a la Pradera de Ordesa. Como nosotros
hemos hecho este viaje la última semana de septiembre no tenemos problema en
aparcar en el mismo inicio de sendero. Aquí hay servicios, cafetería y un
punto de información donde los agentes del parque aportan todo el asesoramiento
necesario.
Una vez
atadas las botas ya estamos listos para comenzar, nosotros para la derecha con
dos coj...
Desde el
minuto uno entramos de lleno en un bosque de hayas muy robustas donde se
respira calma y silencio. Aún no podemos imaginar lo que nos espera a
continuación.
Sin más
dilación comienza una potente subida en zig-zag por una vereda pedregosa y
estrecha.
Un
cartel nos avisa de que entramos en una senda "muy peligrosa",
dejando claro que no es para todos los públicos. Por favor abstenerse
domingueros inexpertos, familias con niños pequeños y toda persona que no tenga
una mínima capacidad de resistencia física. Y que a nadie se le ocurra hacer el
recorrido a la inversa, pues bajar por un sendero tan empinado además de ser
peligroso es un machaque para las rodillas. Dicho queda.
Los
principales riesgos son provocados por la acumulación de nieve en los meses
fríos y por la acumulación de personas en temporada alta. Los turistas vamos
provocando con nuestros pasos el continuo desprendimiento de piedras que pueden
caer encima de aquellos que vengan detrás nuestra.
El
primer tramo es muy exigente pues en poco más de 2 km hemos de salvar un
desnivel aproximado de 700 metros, un esfuerzo que acelera el corazón y nos
hace entrar en calor.
Las
vistas comienzan a ser vertiginosas y en ocasiones da miedo mirar hacia abajo.
Según se asciende las hayas dan paso a grandes abetos y pinos
silvestres.
Por el
camino van surgiendo conversaciones con otros senderistas que al igual que
nosotros están impresionados con el entorno. Adelantamos a unos mientras que
otros nos adelantan a nosotros, siempre intercambiando palabras de ánimo y
complicidad.
Llegamos
exhaustos a la primera estación de servicio, el Mirador de Calcilarruego, a 1950 metros de altitud. ¡Aún no me creo lo que
hemos subido!
Momento
de recuperar el aliento y alucinar con las vistas sobre el Valle de Ordesa.
El
esfuerzo merece mucho la pena, ya que desde abajo nos habríamos perdido esta
maravilla.
Justo en
frente observamos el imponente Circo de Cotatuero, al cual se puede
acceder siguiendo un desvío que surge desde el fondo del valle a unos 5 km del
parking, y que según me han contado tiene algunos pasos delicados...
Una vez arriba el sendero se vuelve más amable y continúa recto por la Faja de Pelay. La faja es un término aragonés que hace referencia a un camino estrecho y horizontal que se encuentra a gran altura en las paredes verticales de los valles glaciares.
Vamos
descendiendo de forma sutil mientras admiramos un espléndido paisaje que ha
sido labrado durante mucho tiempo por el movimiento de los glaciares.
El olor
del bosque, las vistas, el esfuerzo... ¡Todo es muy emocionante! En esta parte
me hago consciente de lo que me rodea y pienso que tal vez ésta sea una de las
rutas más espectaculares que he hecho en mi vida.
La faja discurre por zonas frondosas que nos permiten descubrir
a los pequeños seres del bosque.
Amanita muscaria. |
Mariposa Limonera (Gonepteryx rhamni). |
Pero lo mejor llega cuando aparece ante nosotros el macizo de Monte Perdido presidiendo solemne el Circo de Soaso. ¡Menuda estampa!
El Monte Perdido alcanza los 3355 metros de altitud y está
considerada la tercera cumbre más alta de los Pirineos, por detrás del Pico
Aneto y el Pico Posets.
Ya se
aprecia a lo lejos la Cola de Caballo, pero antes de llegar decidimos parar a
comer porque las tripas no dejan de rugir después de tanto esfuerzo. Junto a
nosotros se sienta una pareja muy agradable de Gerona, con la que
compartimos impresiones de la ruta y del parque en general, y es que el buen
rollo entre caminantes es palpable en todo el trayecto.
La cascada no me parece tan grande hasta que nos vamos acercando y llegamos a empaparnos de ella literalmente.
La gente
suele arrejuntarse en la parte baja de la cascada, por lo que recomiendo
ascender algunos metros por su margen derecho para tener una mejor perspectiva
y contemplarla en "soledad".
El agua
cae en forma de cortina desde una altura considerable formando un estruendo que
resulta hipnótico. Es uno de los momentos culmen de la ruta, aunque este
recorrido es mucho más que ir a ver una cascada pues está lleno de sorpresas a
cada momento.
En una
pared del circo glaciar se ve una diminuta senda que asciende rodeando la
cascada y parece dirigirse hasta el refugio de Góriz, para alcanzar
posteriormente la cumbre del Monte Perdido. Nos despedimos del lugar pensando
que ésa también es una propuesta interesante por si algún día volvemos.
El
camino de vuelta por el fondo del valle tampoco tiene desperdicio, más y más
cascadas de aguas cristalinas, prados verdes y paredes verticales que nos
envuelven. ¿Se puede pedir más?
Todo
ello nos lleva a la conclusión de haber acertado con el recorrido circular,
pues da la posibilidad de verlo todo y hacerse una idea de cómo es el
valle tanto desde arriba como desde abajo.
Seguimos
el cauce del río Arazas hasta la siguiente parada en las Gradas de
Soaso, una sucesión de saltos de agua y pozas de gran belleza.
El cansancio
se va acumulando a lo largo de las horas y en la última parte somos muchos los
que empezamos a notar molestias físicas. Al igual que ocurría al principio aquí
también surgen palabras de ánimo y consuelo por parte de excursionistas
anónimos.
Poco a poco
nos dejamos atrapar por otro magnífico hayedo de grandes dimensiones, cuyas
sombras se agradecen a estas horas de la siesta.
El
tamaño de estos árboles es apabullante y a su lado nos sentimos como hormigas.
Una muestra más de la grandiosidad de la naturaleza.
Es un
paseo por el bosque muy intenso. Casi al final miramos hacia arriba para localizar
el Mirador de Calcilarruego en el que hemos estado por la mañana.
Al
terminar la ruta nos queda claro que éste es un lugar especial que bien
merece su fama. Y aunque hay otros muchos rincones espectaculares en el Pirineo
Aragonés, desde luego no podemos irnos de aquí sin conocer la clásica ruta del valle
de Ordesa y disfrutar de su hermosura.
Conclusión final: ruta exigente, espectacular y de obligado cumplimiento. ¡Hasta la próxima rutilla!
Información técnica de la ruta y descarga del mapa aquí.
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