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El bosque de la Pardina del Señor, un lugar mágico del Pirineo Aragonés.

Al norte de la provincia de Huesca, en el corazón de la comarca de Sobrarbe, se halla uno de los bosques más hermosos y mejor conservados de la Península Ibérica, el Bosque de la Pardina del Señor o de la Pardina Ballarín. Un espacio natural de gran frondosidad que se extiende a lo largo del valle del río Chate, entre las poblaciones de Fanlo y Buesa, en el límite del Parque Nacional Valle de Ordesa y Monte Perdido. La cercanía con el valle de Ordesa y la popularidad de la ruta de la Cola de Caballo, hace que este lugar pase casi desapercibido entre los turistas. Menos mal. Que conste que aquella es una de las rutas esenciales que por nada del mundo hay que perderse, en el siguiente enlace os cuento mi experiencia: Cola de Caballo por la Senda de los Cazadores y la faja de Pelay. Pero si se dispone de varios días por el Pirineo Aragonés lo suyo es aprovechar para conocer otros sitios menos concurridos, y el Bosque de la Pardina del Señor es uno de los que recomiendo. 

Para llegar hay que seguir la carretera N-260 que se dirige hacia Torla y, antes de llegar, desviarse en Sarvisé para tomar la carretera HU-631, que serpentea en sentido ascendente hasta el pueblo de Fanlo. En cuestión de unos kilómetros el asfalto, casi desierto, nos introduce de lleno en un silencioso bosque mientras las vistas nos dejan boquiabiertos.

Se puede llegar al mismo pueblo de Fanlo o, como en nuestro caso, dejar el coche antes en un ensanchamiento próximo al puerto de Fanlo. Desde aquí arriba se aprecia muy bien la magnitud del bosque, envuelto por la niebla de primera hora de la mañana. 

Nos disponemos a realizar la ruta desde aquí, en sentido lineal, y comenzamos siguiendo las señales del GR-15, pintadas con colores vivos en los troncos de los árboles.  


El primer tramo supone un descenso cómodo a través de una vereda que zigzaguea en la espesura.




Abetos, hayas y robles son los grandes colosos que habitan este majestuoso bosque, además de álamos, arces, fresnos, abedules y toda una variedad de especies caducifolias que, especialmente en otoño, brindan un colorido espectáculo al visitante. 



Las laderas del valle son atravesadas por varios riachuelos que constituyen el hogar perfecto para toda clase de especies animales. El bosque se encuentra respaldado por montañas que rondan los dos mil metros de altura, lo que genera unas condiciones climatológicas muy especiales que dan lugar a uno de los bosques de mayor biodiversidad de todo el Pirineo. 





A cada paso sentimos cómo somos engullidos por la calma de la gran arboleda, cualquier rincón invita a tener unos minutos de introspección.




Seguimos bajando hasta encontrarnos con el cauce del río Chate y nos dejamos guiar por el sonido del agua hasta una hermosa cascada, cuya poza color turquesa nos regala un momento de relax. 


Cruzamos el barranco Lana d´as Bracas y, posteriormente, el barranco d´Ixos, en estos tramos hay que tomar precauciones en temporada de lluvias ya que nos podríamos encontrar impedida la vuelta. A partir de aquí continuamos por el sendero en sentido ascendente. 



Después de varias pendientes llegamos a la denominada Pardina del Señor. Una pardina era una gran extensión de terreno, tanto bosque como zonas de cultivo, dedicada a la explotación agrícola y ganadera, en la que se construían algunos edificios a modo de corrales, establos y almacenes, y un edificio mayor destinado a la vivienda para una o dos familias. Se puede decir que era una especie de cortijada en mitad de la nada, cuyo propósito era sacar el máximo rendimiento a los recursos del bosque. Hoy en día las pardinas están abandonadas, pero suponen un legado cultural interesante de lo que antaño era la vida en el campo. Esta pardina, prácticamente en ruinas, formaba parte de un antiguo poblado de origen medieval.  




Tras regodearnos un rato en este enclave tan peculiar volvemos sobre nuestros pasos, acompañados de las luces del mediodía que, con cierto esfuerzo, se cuelan entre las ramas de los árboles. Hoy sólo hemos hecho una pequeña parte de la etapa del GR-15, que va desde Fanlo a Buesa. Casi siete kilómetros de recorrido en total, suficiente para darnos cuenta de la envergadura del lugar y, sobre todo, para quedarnos con las ganas de volver en otra ocasión y hacer la etapa entera. 





La tarde es joven y, al encontrarnos tan cerca de Torla, decidimos acercarnos a este municipio que es considerado la puerta de entrada al gran valle de Ordesa. Un pueblo icónico del Pirineo Aragonés, pintoresco donde los haya gracias a un telón de fondo sobresaliente. 

Las tradicionales calles con sus casas de piedra conviven en armonía con los más modernos negocios especializados en deportes de montaña. Y, por supuesto, hoteles y restaurantes a mansalva para dar respuesta a tanta demanda turística.



El monumento más destacable es la iglesia de San Salvador, ubicada en pleno centro del pueblo y con unas preciosas vistas a las montañas de alrededor. De estilo románico en sus inicios, pasó a tener un estilo gótico tras su reconstrucción en siglo XVI. Cerca del templo está el antiguo castillo reconvertido ahora en el museo etnológico.


A las afueras del pueblo se sitúa el centro de visitantes del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, en el que ofrecen toda la información necesaria para planificar cualquier ruta. Desde aquí parten las lanzaderas que van y vienen hasta la pradera de Ordesa en temporada alta, dejando a los turistas en el mismo inicio de la ruta de la Cola de Caballo. ¡Suerte! 

De vuelta al alojamiento (camping Peña Montañesa) aprovechamos para visitar la Cascada de Sorrosal, en el municipio de Broto, otro de los pueblos que se reparte la fama con Torla-Ordesa. La ruta para ver la cascada parte desde el mismo municipio de Broto, apenas hay que andar unos 300 metros hasta la poza, por lo que es un recorrido apto para toda la familia. Tiene una altura de 35 metros dividida en dos tramos, que en la época del deshielo está pletórica. A su alrededor se aprecian de forma nítida los pliegues de la tierra, que nos ayudan a entender la historia de la formación de estas montañas. Se pueden realizar varias actividades, como subir la vía ferrata que va paralela a la cascada, o bien sentarse sin más a observar la caída del agua.  

No todo son grandes rutas, a veces se puede combinar un tranquilo paseo por el bosque con la visita a algunos pueblos y/o cascadas con encanto. El resultado suele ser una jornada igual de gratificante. 

¡Hasta la próxima rutilla!


Información técnica de la ruta y descarga del mapa aquí.

Más rutas en el Pirineo Aragonés:

Cola de Caballo por la Senda de los Cazadores y la faja de Pelay, la ruta por excelencia del Valle de Ordesa

Las ermitas de Tella, el pueblo de las brujas en el Pirineo Aragonés



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